“Todo el mundo es una escena
Sobre la cual los hombres y mujeres
Son pequeños actores que vienen y van.
Un hombre ha de hacer muchos papeles en la vida”
Shakespeare, en la pieza
“Como gustéis”
Creo que muchos de los que andamos por aquí merodeando es porque nos gusta leer… sentimos esa curiosidad, a veces malsana, de ver cual es la última ocurrencia. Pero también a algunos les gusta leer algo más serio, como por ejemplo, libros. Dicho así parece muy rimbombante, porque en realidad de lo que somos amantes es de contar historias inventadas… y algunas veces hasta contamos nuestra propia historia.
Pero dicho esto, y poniéndonos un poco más serios, muchos de nosotros tenemos una debilidad: amamos a los creadores de historias, a los de verdad: a los que a semejanza de Dios nos van contando historias increíbles, historias que nos emocionan, que nos acarician la piel, que nos pellizcan el alma y, nos humedecen los ojos con sus imitaciones a la vida; con sus tragedias griegas al estilo moderno. Los escritores son como Dios, que ven más de lo que observan… o se erigen en el Olimpo de los dioses, que aún es mejor…
Sobre el blanco nevado de la nada van creando coreografías negras, bailes de letras, saltos y brincos de palabras. Igual que el Gran Hacedor, disfrutan al hacerlo y quieren compartirlo. Gastan su talento y son capaces de dejarse la piel. No les importa morir porque saben que resucitarán en su obra.
Nosotros, los que estamos aquí, disfrutamos con la lectura, porque a través de ella indagamos en otras vidas… decimos esto es increíble, esto no puede ser verdad, esto es de película…¡La vida es cine! Y sólo el que es capaz de comprender eso, es el que está más cerca de la verdad.
Pero en resumidas cuentas ¿qué más da que todo aquello que es mentira lo aceptemos como verdad? Y…¿Quién puede estar en posesión de la verdad? ¿De verdad, de verdad que no está nuestra vida rodeada de pura mentira? ¿No son estas las preguntas que nos salen al paso, parándonos los pies, zarandeándonos, agarrándonos por las solapas? Todos estamos alejados de la Verdad. Y los que se ponen el marchamo de autenticidad; esos presuntos auténticos… los que aseguran que ellos nunca mienten.. já, já… a mi esos me dan risa.
Nacemos entre mentiras. Estamos aquí porque un Dios todopoderoso insufló vida a un muñequito de barro… y a mi me trajo la cigüeña …aunque si es cierto que vine de París. Pero nada es lo que parece. Somos pura contradicción. Y en medio de esa ambigüedad, creemos en cualquier cosa… desde que la mujer vino de la costilla de Adán, hasta que nos han sacado de la chistera del Gran Prestidigitador…¡Hágase el Hombre, Voilá! O como dijo aquél personaje Shaquespeariano: “Estamos tejidos de idéntica tela que los sueños y nuestra corta vida se cierra con un sueño…” O como lo dijo Nietzsche: “Quien escala las más elevadas montañas se ríe de todas las tragedias de la escena o de la vida”.
Leemos para soñar, para reír, para llorar… incluso, leemos para aprender. Sí; uno termina intentándolo… escribir dicen que es un arte… lo dijo aquel gran artista: “imitando se aprende; no es plagiar, sólo es intentar iluminar las ideas desde otro ángulo de enfoque; crear una luz que las trasforme… con arte”: “El secreto de la creatividad es saber cómo ocultar tus fuentes”: Albert Einstein. Y el gran Pablo Picasso aún fue más lejos: “Los buenos artistas copian, los grandes roban”…Y no olvidemos al genial Charles Chaplin que aún haciendo una versión propia, fue acusado por plagiar en “Luces de la ciudad” el cuplé “La Violetera”.Y es que como reza un proverbio: “No hay nada nuevo bajo el sol”. Todo lo que se te pueda ocurrir ya estaba ahí antes. Sólo necesita un nuevo ángulo de foco.
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Busqué la ciencia, y me enseñó el vacío.
Logré el amor, y conquisté el hastío.
¡Quién de su pecho desterrar pudiera,
la duda, nuestra eterna compañera!.
¿Qué es preciso tener en la existencia?
Fuerza en el alma y paz en la conciencia.
No tengáis duda alguna:
felicidad suprema no hay ninguna.
Aunque tú por modestia no lo creas,
las flores en tu sien parecen feas.
Te pintaré en un cantar
la rueda de la existencia:
Pecar, hacer penitencia
y, luego, vuelta a empezar.
En este mundo traidor,
nada es verdad, ni mentira,
Todo es según el color
del cristal con que se mira.
Ramón de Campoamor