Aquella noche, María, había dormido mal. Se despertó de madrugada en medio de un sueño de esos que alguien había interpretado como intempestivos...Después ya no pudo reconciliar el sueño. Se levantó muy temprano, se metió en la cocina. Estaba confusa; no sabía si tenía hambre o no, y como por inercia empezó a preparar el café y unas tostadas. Su mirada se quedó fija en un punto de la ventana...no tenía sueño pero se le cerraban los ojos...unos sorbos de café, casi sin darse cuenta, después dejó la taza sobre la mesa y se metió en el baño.
En la ducha, con el repiqueteo del agua en los cristales y el vapor...se le encendió la piel. Buscó algo entre todos aquellos tarros de potingues...éste sí, éste no...¡éste es perfecto!...Con el ajetreo y que el tarro de la crema hidratante cayó justo encima de los dedos del pie izquierdo...entre los chorretones espumosos que bajaban entre sus piernas como hileras de hormigas cosquilleantes y el pie dolorido...creyó ver una gota de sangre que resbalaba por el muslo, pero no. "Aún no me toca el periodo" pensó...Y en esa conjunción... vio las estrellas... Momento breve pero intenso...aunque claramente insuficiente...
Se secó el cuerpo y el pelo. Se puso un coletero, se quitó los brillos de la cara, se dio un toque de carmín en los labios y salió a la calle. Tenía que recoger unos documentos en una oficina, imprescindibles para realizar el trabajo de aquél día que se preveía muy agitado. Muchas cosas que hacer en poco tiempo. Pensó que si tomaba el metro iba a ser el medio más rápido.
Bajó las escaleras al mismo tiempo que un joven alto y delgado todo vestido de negro. Tuvo que acelerar el paso para alcanzar la puerta del vagón. El hombre la escoltó para protegerla de una posible caída. Subieron los dos al mismo tiempo, ella le da las gracias...
Fue un instante, un roce apenas imperceptible cargado de olores entre aromas y fluidos corporales. Su erección...fue más que evidente. Se alejó por el pasillo, casi escondiendo el rostro, se enfundó unas oscuras gafas, tipo matrix y, pasó al otro vagón desapareciendo en un instante.
María, en ese momento pensó que ese día iba a estar lleno de vicisitudes, incongruencias y malos entendidos. Para colmo, aquella mañana había elegido una talla pequeña de sujetador. Al llegar al despacho tendría que deshacerse de esa prenda tan incómoda. Esconderla en un cajón. En aquel cajón dentro de otro cajón, que le recordaba siempre a esas matrioskas, muñecas rusas. Y siempre lo abría para guardar aquellas prendas incómodas...esas prendas íntimas que siempre quedaban olvidadas...pues allí había braguitas, sujetadores de diseño imposible y algún tanga con huellas de alguna humedad que le traían recuerdos...
Y entonces tuvo una decisión, pensó ¿para qué esas prendas íntimas si sus pechos estaban en su sitio turgentes e insolentes, y los tangas y braguitas siempre terminaban por incomodarla...?
Y...
Desde entonces María nunca lleva bragas... y sujetadores sólo en alguna ocasión para adornar su escote...