La frase que titula este post se oyó en el auditorio barcelonés de la Biblioteca Joan Fuster ante más de 300 de sus seguidores, que le escuchaban atentos. La dijo Arturo Pérez-Reverte con la sonrisa del viejo periodista que sabe cuando suelta un titular.
La frase era en contestación a una pregunta sobre si su novela: "El tango de la guardia vieja" pretendía recrear universos perdidos y personajes de dudosa nobleza y gallardía vencidos por el romanticismo.
"Eso nunca. por Dios; no soy Corin Tellado"
Pero lo cierto es que existe una novela antigua: "El bailarín mundano" a la que, subliminalmente, hace referencia el flamante académico que ocupa el sillón letra T mayúscula de la RAE. Apodando a su protagonista de "El tango de la guardia vieja": Max Costa, el bailarín mundano.
El bailarin mundano de Bouget Paul
(DE LA ACADEMIA FRANCESA)
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El tango de la guardia vieja
de Arturo Pérez-Reverte
"...dominaba como nadie el arte de crear fuegos artificiales con las palabras y dibujar melancólicos paisajes con los silencios."
El tango
"Cualquiera diría, pensó Max, que habían bailado juntos antes; aunque el recuerdo de la facilidad con que Mecha Inzunza y él mismo se adaptaban a bordo del Cap Polonio atenuó su sorpresa. Era, sin duda, una bailarina muy intuitiva e inteligente, capaz de adaptarse a cualquiera que bailase bien. Se movía el fulano masculinamente seguro de sí — canchero, decían en Buenos Aires— mientras guiaba hábil a la mujer, trenzando ágiles garabatos sobre un pentagrama invisible. Se bamboleaba la pareja de modo suave, obediente ella al compás de la música y a las indicaciones silenciosas que transmitían las manos y los ademanes de su pareja. De pronto éste hizo un corte, despegando el talón del pie derecho del suelo casi con negligencia, describiendo un semicírculo con la punta; y, para sorpresa de Max, la mujer remató la vuelta con toda naturalidad deslizándose a un lado y a otro, pegada por dos veces al hombre para retirarse después de trabarse en él, cruzándole las piernas con impecable aplomo arrabalero. Lo sazonó con una elegancia académica de suburbio, tan bien lograda que arrancó gestos aprobadores a los que observaban desde las mesas."
El Tango de la Guardia Vieja (Arturo Pérez Reverte)