Algunas lecturas nos llenan de sorpresas, de sobresaltos y desconcierto, por su contundencia y dureza. Lecturas sobre un dios hecho hombre, que predicaba la piedad, la compasión y la ternura.
Dice Juan en su Evangelio: “Se acercaba la pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén, y halló en el Templo vendedores de bueyes, ovejas y palomas y cambistas en sus puestos. Entonces hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes, esparció por el suelo las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los vendedores: “Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado” (Juan 2: 13 al 16).
Y…
Si Jesús es “sabiduría y fuerza de amor de Dios” ¿Por qué nos sorprende verlo látigo en mano vaciando el Templo?
¡Jesús a latigazo limpio!…¿no será que no le hemos entendido bien? ¿Quizás en aquel templo no se adoraba a Dios como tenía que ser? ¿Y no era menos cierto que se había convertido en un nido de abusos y mentiras?..Y ante este Templo convertido en cueva de ladrones ¿era lo más apropiados andar con milagros y filosofías o se necesitaba algo más contundente? Por eso Jesús va a lo más eficaz: ¡Echar a esta gentuza del Templo…!
¿Y?
“Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad”
Gabriel García Márquez
“El cielo no se conquista por consenso sino por asalto”
(Frase de K. Marx en el ámbito privado: una carta a Ludwig Kugelmann)