El genio tenía nombre de culebrón. Pero era un sabio. Se ha escrito que pese a su ceguera su mirada era hacia dentro; explorando el alma humana y dando así luz a la humanidad. Él decía que un libro, si es bueno, se puede leer muchas veces, porque cada vez que lo leamos veremos cosas nuevas, aunque como dijo otro clásico célebre, siempre estamos leyendo la misma historia: libros que hablan de otros libros, historias que cuentan historias que ya se han contado; letra viva que se va transformando según nuestro estado de ánimo...historias interminables como las de aquél libro de arena que alguien puso en una Biblioteca aprovechando un descuido de los empleados. El que lo dejó en aquel lugar sabía cuan misterioso era el libro, porque estaba seguro de que cada vez que alguien tuviera un libro en las manos se podría convertir misteriosamente en "El libro de arena", porque ni el libro ni la arena tienen principio ni fin.
En cuanto al arte de escribir, dice Ernesto Sabato que la obra de Joyce, Ulises, es una especie de muestrario de todas las técnicas; desde el barroquismo más extremo hasta el esquematismo más duro, desde la pura sensación hasta la idea pura, desde el documento más minucioso hasta la fantasía más delirante.
Y de ficción habla Juan Bonilla cuando escribe que: "Ficción es una palabra maravillosa que procede del verbo fingir, cuyos significados en su lengua original, además de la que ha conservado la nuestra, eran amasar y dar forma. Es decir, hacían ficción quienes modelaban el barro, lo que contagia al término de inevitable teología, pues la leyenda quiere que el primer hombre fuese fabricado del barro para dar comienzo a toda esa espeluznante y maravillosa ficción que es la realidad. Realidad, palabra que Vladimir Nabokov colocaba siempre entre comillas..."
Hoy quiero, en el Día del Libro, homenajear a todos aquellos que con sus letras nos abrieron los ojos, nos hicieron pensar, y, sobre todo, nos hicieron soñar con otros mundos, y lo hicieron tan bien, que algunos somos capaces de vivir en esos mundos.