El visitador
(Un cuento olvidado y hallado entre mis notas de niña)
Se armó la marimorena, la tremolina, aquello terminó como el rosario de la aurora. A María Antonia le dio como un algo malo. Se desmayó, y las vecinas solícitas la sujetaron. Fueron a buscar agua del Carmen, y entre tanto alboroto y sobresaltos llegó el marido. El portal repleto de vecinas y la escalera llena de cuchicheos, risas nerviosas y codazos, el marido de Maria Antonia empezó a palidecer, "se ha quedado de piedra", dijeron. Y de entre todos aquellos cuchicheos, una frase salió disparada por encima de las demás y los niños la oímos:
"Es un muchacho alto y delgado con cara de vicioso"
Y la niña del primero (que era una niña muy lista) nos explicó antes de que nos echaran de allí, que aquello quería decir que el hombre aquel era un corredor de bicicletas...ella le había visto llegar en bici muchas veces...
Pero lo más importante era que María Antonia se moría, y con toda seguridad iría al cielo porque era muy buena, y porque todos los días iba a misa, y además era muy caritativa. Decían que el muchacho tenía necesidad y que algunas tardes se dejaba caer por allí, por si María Antonia pudiera echarle una manita...
Se corrió la voz de que la mujer del ciclista, del muchacho alto y delgado con cara de vicioso, iba en silla de ruedas. Se le habían estropeado las piernas a causa de la metralla de un obús caído del cielo y enterrado, por lo visto, en algún lugar del infierno. Jacinta se llamaba, y cobraba una pensión del Estado...cuando la niña del primero preguntaba a su abuela por las piernas de la madre del ciclista, del muchacho alto y delgado con cara de vicioso,, ésta le decía: "no, no, niña, que no es su madre, es su mujer".
La tarde del incidente, después de sus habituales rezos, a María Antonia se le ocurrió una idea genial. Quería obsequiar al muchacho con unas viandas y un tarrito de mermelada de fresas. Así que entraron al cuartito donde estaba la alacena, para buscar el tarrito porque era de lo más exquisito y no lo tenía a la vista ya que María Antonia lo guardaba para ocasiones especiales...y tan a gusto estaban en la búsqueda del tarrito que se les fue el santo al cielo.
Jugaban al escondite cuando la guapa y joven sobrina de Jacinta los encontró. El muchacho alto y delgado con cara de vicioso, sólo acertó a articular estas palabras: "¡Esto no es lo que parece!".
Y en el preciso momento en que las vecinas iban poniendo al corriente al marido de Maria Antonia,, éste se cayó del guindo, eso es lo que dijo doña Clara, la vecina del tercero. Pero lo que el marido pensó y lo dijo en voz alta era que todo el barrio estaba al cabo de la calle mientras que él había estado en la inopia...¡no podía dar crédito, su mujer tan católica y hacendosa¡...¡Sólo le quedaba el consuelo de que tan ingrata y pecadora mujer ardería en los infiernos¡...Se pasó los dedos por su calva sudorosa, los escasos cabellos de los laterales caían lacios, él, un hombre ultrajado, Dios mio, se cubrió la frente con las dos manos ¿qué cielo podría acogerle en tan lamentable estado...?