Cuando por fin lo divisó a lo lejos en el aeropuerto, Ainhoa, levantó la mano agitándola. Pronunció su nombre con voz aguda, casi teatral. No era el momento de llamar la atención, pero es que ella era así, queriendo estar siempre en el centro del foco de atención. Tras abrazar a su hermano mostrando infinita alegría, le tomó de la mano y el contacto la llenaba de placer y tranquilidad. Veinte minutos después ya estaban en la suite del hotel donde los recibió Philippe. Tras el abrazo efusivo se miraron por unos instantes sin saber qué decirse.
En momentos así, Iker solía adoptar una actitud distraída aunque no sentida, por supuesto, era como para situarse a cierta distancia. Desde siempre se había destacado por su carácter frío y calculador. Ahora, al contemplar el rostro de Philippe, pudo adivinar en su expresión instantánea el miedo contenido en su fisonomía. El abismo que algunas veces se había abierto ante ellos, debido a los aires de suficiencia de Philippe, se había invertido inesperadamente, Ahora lo veía pequeño e inofensivo. Iker estaba por pensar que en éstos momentos, Philippe, a causa del juego se encontraba en apuros económicos. No sería nada improbable que estuviese metido hasta el cuello en deudas de elevadas cantidades contraídas a personas nada recomendables. De lo que estaba seguro era de que el banquero nunca había demostrado piedad con los tramposos e ileales. Pero nada tenía ésto que ver con la visión de una baraja trucada, y sabía perfectamente que esas cartas habían sido usadas para jugar en el club Náutico con la aristocracia.
De pronto Ainhoa advirtió la mirada de su hermano que se había quedado fija por unos instantes en la pistola que se encontraba sobre el lujoso buró. La visión del arma aceleró su ritmo cardiaco, y para tranquilizarse quiso participar en la conversación con preguntas banales, acerca del viaje, a su hermano.
Cenaron de forma frugal en un elegante restaurante cercano al hotel. Hablaron de los últimos acontecimientos y Ainhoa, de pronto se sintió algo indispuesta. Sabía que no podía beber...sólo había bebido dos copas de la botella que su hermano y Philippe habían admirado al ofrecérsela el maître. Era un Château Margaux 2005. Los tres intercambiaron miradas cargadas de sutilezas: culpar al preciado líquido sería sencillamente un improperio.
Volvieron al hotel caminando, sin prisa. Ainhoa subió a la habitación a descansar y ,sobre todo, porque le apetecía estar sola. Ellos se quedaron el el bar del hall para tomar su última copa.
Hablaron del desgraciado incidente; incidente, accidente, desgracia. Asesinato sin ninguna duda, y que había dejado hundida por unos días a Ainhoa. Había tenido que hacer un esfuerzo enorme, según ella, para que Álvaro no lo notara. Y con una disculpa banal, tuvo que correr al lado de Philippe para que la consolara...
Los abogados del banquero no daban con el quid del asunto. Habían aparecido algunos "sobrinos" del finado. Todos parecían sospechosos y para algunos de ellos, sin coartada, les iba a resultar muy difícil hacer coincidir algún artículo de la Ley con su inculpabilidad. El día de autos había sido encontrada una pistola debajo de la almohada que había utilizado el banquero. Y en el registro del hotel constaba que en los previos momentos del crimen había recibido varias visitas.
Habían interrogado a todos los familiares de la victima. Doña Asunta Regina Estepona, su esposa, se hallaba en Budapest en el momento del asesinato. Solía viajar con bastante frecuencia debido al floreciente negocio de joyería, que últimamente había centrado en diseños elaborados a base de Swarovski (cristal precioso que mezclado con algunos brillantes auténticos daban a las joyas un alto efecto sin subir excesivamente el precio). Al recibir la noticia de la muerte de su esposo se quedó como petrificada, después del primer impacto se sumió en un mar de lágrimas incontrolable...Ni ella misma lo podía comprender ¿Por qué le había afectado tanto cuando desde hacía tiempo tenía la certeza de no amar a su marido? Sea lo que fuera dio gracias a Dios por dotar a algunas mujeres de esa rara habilidad de llorar cuando las lágrimas son tan necesarias...
Aquella noche, Ainhoa no pudo conciliar el sueño. Volvían con insistencia los recuerdos del pasado con más nitidez que nunca. Álvaro jamás llegaría a saberlo. Sólo Philippe y su hermano sabían la verdad. Y la verdad cuando es investigada por la Justicia tiene muchas lagunas. En la acusación, ya lejana, que la implicaba en aquella memorable secuencia de su vida, y en la que se vio sentada en el banquillo de los acusados, no se pudo aportar pruebas, pero había suficientes indicios que la hubieran podido llevar a la cárcel por una buena temporada. Y gracias a la labor de los buenos abogados y el aspecto inocente que ella adoptó, y su silencio, dejaron el caso cerrado. Ahora se lamentaba de lo imprudente que había sido al mandar notas escritas al banquero. Con su muerte todo podía volver a empezar y reabrirse el caso...Se estremecía sólo de pensarlo. Le preocupaba lo de ahora, que podía tomarse como reincidente. En el primer procedimiento, ya cerrado, ella era totalmente inocente. Todo fue un accidente...Ainhoa volvió a rememorar los hechos, no sin cierto morbo...
Aquella tarde en París, el juez Voyeur, que sin ningún disimulo buscaba con absoluta vehemencia el más ímprobo desacato, puso sobre la mesa del centro del salón el lujoso tablero con sus piezas de alta artesanía para comenzar la partida de ajedrez. Era el juego peculiar del depravado juez; los dos componentes desnudos, Ainhoa y Philippe, con la extrapolación que la paranoia del juez les dictaba. A cada indicación un beso apasionado que iba tomado instantáneas con la rapidez de un profesional de la cinematografía. Habían sido pagados muy generosamente para participar en el juego, y todo transcurría de forma lúdica y hasta muy placentera para los tres. Entre risas el juez daba instrucciones a la pareja para que derramasen sus copas de Champán sobre sus cuerpos. Hasta que en un momento dado, todo se les fue de las manos, cuando Ainhoa, por hacer una broma, apuntó con un revólver al juez. Aunque estaba con el seguro puesto, Philippe trató de dar instrucciones para evitar un percance, e inesperadamente el arma se disparó...
Todo el procedimiento fue llevado muy en secreto. Los medios de comunicación apenas hicieron breves referencias sobre él, por tratarse de las penosas circunstancias que rodeaban a la muerte del alto magistrado, y es que hay noticias que para nada lo son si perjudican a los altos cargos de alguno de los poderes del Estado. El caso quedó cerrado y olvidado.
Pero los relojes del tiempo con su tic-tac siguen el ritmo inexorable del trascurso de la vida, y hasta los casos más enrevesados, de pronto, al revelarse un insignificante detalle, da sentido a todo y todo encaja, como la pieza del puzzle que falta y al ponerla en el sitio correcto termina con en cuadro: La dueña del negocio de alta joyería, había pagado muy generosamente a unos sicarios para que liquidasen a su marido. Todo bastante sencillo, casi como de novela al estilo dostoievskiano. Así que de momento, ésto había rebajado la tensión de uno de los problemas que más les acuciaban.
Por otra parte.
Iker había descubierto que los aires de grandeza de él y, sobre todo, de su hermana Ainhoa, de creerse descendientes de una estirpe elevada emparentada a la Nobleza, no procedía de la sangre azul que corría por sus venas. Por experiencia propia Iker sabía que cualquier hombre, si lo desea, puede demostrar que asciende de reyes, y es hijo de un rey, por supuesto haciendo algunos malabares con ciertos papeles sobre genealogías.
Dejaron también, en las hábiles manos de Iker, la eliminación de algunos flecos importantes. Eran papeles judiciales, expedientes, alegatos y recortes de periódicos, donde se informaba de la detención de unos supuestos timadores de casinos...de heridos por arma blanca...Una copia de la sentencia de un condenado a tres años de cárcel, que habría de cumplir en la cárcel modelo de Barcelona, pero que gracias a amigos muy influyentes le resultó bastante fácil largarse a México sin dejar rastro.
Ahora sólo quedaba el último tramo para cerrar estos episodios; comunicar a Álvaro que la plantilla operante "casinos" se había incrementado con un miembro más, ésto, aunque en principio pudiera entrañar una mayor complejidad, pudiera ser que ahora todo tuviese los ingredientes para resultar la conjunción perfecta. Deliberaron los tres y llegaron a la conclusión de que Álvaro sabría encajar el golpe, aún a sabiendas de que su mérito sería compartido con un tipo del que hasta la fecha no tenía conocimiento de su existencia. Su reacción aunque resultara incómoda, sería amortiguada al recuperar aquella preciosa joya de gran valor: el arma que le había sido robada.
THE END