En aquel jardín sólo crecían flores silvestres. Claro que aquello no era un jardín. Era una pequeña huerta en la que alguien, muchos años antes, había plantado un cerezo en el que nunca maduraba su fruto. O quizás sólo era un guindo...no recuerdo ahora. Yo era una niña de modales asilvestrados, y mi abuela, siempre encima de mi, tratando de hacer de la niña arisca toda una señorita.. Recuerdo que desde muy pequeña ya tenía mis secretos...la caja con piedrecitas y cristales de colores enterrada en el jardín. Ya entonces empezaba a escribir cosas que nada tenían que ver con aquellas otras cosas que me enseñaban en el colegio... Aquel Paraíso de Adán y Eva no terminaba de convencerme. Me parecía un camelo eso de "la costilla de Adán" esa Eva sumisa, siempre debajo y nunca encima. Ya entonces empecé a tener conciencia de que podía tener secretos para los mayores. Y me di cuenta de que yo solita, con mi sola imaginación, podía inventarme otros mundos paralelos al que vivía en mi casa., que era una casa como otra cualquiera. O quizás no, porque por allí pululaban muchos adultos, algunos gatos y pocos niños.
La niña de esta historia oía a veces hablar a los mayores...cuchicheos sobre ella y sus estudios. Qué harían con esa niña, que además era de una salud quebradiza que los médicos no sabían diagnosticar. Por un lado esa era la realidad y por otro lado, su mundo interior que iba creciendo exponencialmente sin parar... sin que los mayores se percataran de nada. Sólo su abuela supo ver en la niña cierta tendencia a la ensoñación y que además a la niña le gustaba escribir.
A la tierna edad de cinco o seis años ya se puede intuir algo sobre el carácter de una persona, y su abuela estaba segura de que la niña tenía un don: la escritura, se le daba bien, escribía cosas que le dejaban con la boca abierta. Cuando lo comentó con sus hijos se lo tomaron a risa..."¡lo que ocurre es que a esa niña le gusta leer!". ¿Eso era todo? Su abuela puso el grito en el cielo: "¿Estáis insinuando que la niña copia? ¡lo que escribe es de su propia cosecha!". Pero claro, todos los demás no daban crédito: el amor de abuela que es ciego...Y el abuelo... le guiñaba un ojo y la saludaba con el pulgar hacia el cielo...mostrando así su incredulidad pero también su complicidad...¡Qué niña ésta, tiene la cabeza llena de pájaros!
Y es que el abuelo...sólo la veía como a una niña pequeña, lista y mona, eso sí, y con mala salud. Pero en realidad no la tomaba muy en serio. La niña se daba perfecta cuenta de que se interesaba más por su primo Rafa ¡veía con tanta frecuencia cómo el abuelo lo contemplaba con admiración! veía cómo se iba haciendo mayor y decía que iba a ser un hombre muy apuesto. En aquél entonces la niña aún no lo percibía, pero aquello rezumaba claramente a la casa de los hombres machistas...
Y el primo Rafael, que ya apuntaba maneras. "Este chico va a ser un golfo en toda regla", decía la abuela. Y eso que ella aún no sabía la cantidad de palabras raras que le soltaba a la niña cuando estaban los dos solos...Improperios decía ella. Pero la niña, gracias su primo, ya sabía cómo se definían las obscenidades...(Todo venía bien al bagaje de conocimientos).
Y...
Como las guindas del cerezo del jardín; apetitosas a la vista pero amargas al paladar...siguió la niña con su educación puesta en las manos del colegio de monjas. Y su abuela, que fue la primera persona que la hizo comprender que las opiniones de la gente no tienen tanta importancia...
¡Qué bonitooooooooooooooooooo!
ResponderEliminar¡Uy, Tracy, eres tremenda! jajajajajaja.
EliminarUn beso, guapa.
Se ve que la abuela hizo un buen trabajo
ResponderEliminarLas abuelas siempre al loro.
EliminarUna historia encantadora y muy real. Me ha gustado mucho, me he visto reflejada y todo, Maríán, jajjaja.
ResponderEliminarMil besitos y feliz noche, preciosa.
Parece que las abuelas tienen más experiencia para entender a los niños ya que antes de abuelas han sido madres.. Me encanta que te haya gustado, Aurora. Besos.
EliminarLa historia es una preciosidad, un cuento que embelesa. Un aplauso y dos abrazos
ResponderEliminarYa sabes, Ester, que aquí más que decir todo se cuenta...a veces con pequeños visos de realidad y otras no tanto...acepto los aplausos y te te mando también mis abrazos.
EliminarEsas abuelas, poniendo cartelitos en los nietos, dando impulso a los temperamentos.
ResponderEliminarBuen post. Un abrazo
Y sin poner trabas, que eso es lo bueno; porque a los pequeños hay que estimularlos para que aprendan a volar....
EliminarUn abrazo.
Hola Marián... Que buenos relatos nos traes, es un placer leerte...
ResponderEliminarUn abrazo...
Te agradezco mucho tus palabras, Llorenç gracias.
EliminarY me encanta que te guste lo que escribo.
Un abrazo.
¡Ay, Dios!... qué tremenda niña.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Rafael, bienvenido.
EliminarGracias por leer y comentar.
Un abrazo.
Bien por esa estupenda abuela.
ResponderEliminarBesos.
Yo te hubiera quitado la caja de piedrecitas y cristales de colores.
Ya lo sé, TORO, que a ti te gustan las cosas bellas que no se compran con dinero....pero esa caja tenía un gran valor para mi...
EliminarBesos.
Nostalgias me ha traído tu hermoso relato,recuerdos que viven y vivirán eternamente en mi.
ResponderEliminarMe gusta tu blog, mucho y yo también te sigo.
Gracias Marián.
Besos.
Daphne, muchas gracias por tu comentario, me encanta que te haya gustado por traerte los recuerdos...Bienvenida y gracias.
EliminarBesos.