En un principio todo lo suyo me agradaba. Cualquier cosa que dijera me dejaba embelesada. Y me enamoró de una manera muy especial cuando empezó a hacer apologías de todo lo concerniente a mi persona. Esas alabanzas tan poco merecidas...me parecieron entonces tan agradables a mis sentidos...tan inesperadas...y ahora, cuando echo la vista atrás...creo que ya no me afectan para nada. Y sinceramente, para nada me siento culpable por este cambio de sentimientos..
En aquél entonces se dedicaba a buscar apóstrofes, o a decir cosas breves de personas ajenas a nosotros...tenía esas lagunas mentales, de abandonar el momento presente e irse a otros ámbitos tan...tan ancestrales...como recordando aquelarres ya en desuso...y que a nadie impresionan ya a estas alturas. Él se veía a sí mismo como a un archipámpano solemne de gran dignidad, imaginándose con una autoridad fuera de toda realidad.
Y entonces fue cuando empezó con sus arengas que pretendía que fueran suntuosas, impresionantes... pero lejos de eso, sólo provocaban hilaridad en quienes las escuchaban. Y yo, al verle enfrascado en esas tesituras...que a mi me provocaban vergüenza ajena...empecé a querer cortar de cuajo el hilo que pudiera aún unirme a cualquier cosa que pudiera vincularme a él. Y como Ariagna quise apartar toda conexión y corta el hilo para separarme definitivamente de sus pretendidos misterios...
Hacía ya mucho tiempo que se había desvinculado de toda práctica de la perfección espiritual y terrenal...Y provocaba en mi un tal ateísmo, que ya nunca podré creer en dios alguno. Y él ya, no era ningún dios.. a lo más que podía verle era como a un Augusto...como ese payaso circense que se cree listo pero que provoca la risa en cuanto hace acto de presencia...
Y él, lejos de darse cuenta de todo eso, salió a la plaza del pueblo, sin ningún pudor, a ejecutar unos pasos del aurresku como si fuese un espectáculo imprescindible. Era como una representación de sí mismo; una autocopia lamentable. Hacía ya mucho tiempo que era un insignificante baladí del pueblo, y él aún ni se había dado cuenta...
Es lo que ocurre con los dioses totémicos, que se derrumban estrepitosamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Porque llegan otras fuerzas, otras modas...otros modos y, los viejos imperios caen...
EliminarUn abrazo.
El mirar solo para dentro muchas veces nos deja fuera de toda realidad. Hermoso escrito
ResponderEliminarSaber en qué territorio nos encontramos es más valioso a veces que la introspección.
EliminarAlegría me da el verte aquí, Demian
Un beso enorme.
Dicen que uno mismo siempre es el último en darse cuenta de sus propios problemas... ¿o no?
ResponderEliminarSaludos,
J.
Eso se comenta y tiene su lógica.
EliminarSaludos.
El falso archipámpano suele ser el último en enterarse de su vacuidad, y es bueno que quien se adentró en los callejones solitarios de su laberinto mental disponga de ese hilo con el que huir sutilmente...
ResponderEliminarSiempre es interesante dejar un reguero de indicios para marcar la salida cuando uno se adentra en terrenos oscuros...porque de lo contrario te pueden llevar a un peligroso territorio...sin salida.
EliminarEncantada de verte, Juan. Agradecida por tu comentario.
Besos.
A veces uno se cree sus propias farándulas, convirtiéndose en un titiritero en desuso que ya a nadie le hace gracia ni le asombra… Y es que… está bien saberse distinto o especial, raro o maravilloso en esa beneficiosa actitud de querernos… pero divino, no está mal para un rato en el que echar unas risas y ponerse el mundo por montera, pero más… no…
ResponderEliminarMe encanta la imagen, y por supuesto leerte y viajar por la mente… y más allá…
Un placer, mi querida Marián…
Bsoss y cariños gigantes, y muy feliz semana que comenzamos 😘
Fantasear por un rato, es como dices, bueno para unas risas...pero hacer de eso tu leitmotiv...a veces es peligroso jugar con esas cosas..siempre, o nunca, hay que dejar de ver nuestras realidades.
EliminarAunque, nosotras, que nos gusta jugar con las palabras...reconozcamos que es un buen ejercicio.
Mil gracias, Ginebra, por tu cariño y tu amistad.
Y un millón de besos.
Interesante arranque de una historia que invita a ser desarrollada
ResponderEliminarBesos
Pues ya sabes, Noel, a desarrollarla...porque un escritor nunca desaprovecha cualquier inspiración...
EliminarBesos.
Ya te lo han dicho, el ultimo en enterarse es uno mismo, el principio del relato ya amenazaba un desenlace parecido, no hay archipámpano que aguante mucho. Un abrazo
ResponderEliminarEster, porque el archipámpano nunca se da cuenta que lo es...jaja.
EliminarMe encanta tu humor, querida Ester.
Abracito.
Hola Marián, la búsqueda del yo interno....
ResponderEliminarGracias, pasa buena noche, besos lorquianos..
Un ejercicio que nos vendría bien a todos...
EliminarMe encantan tus besos, siempre adjetivados...
El mio de hoy, de cine.
Muchos viven ensimismados en su propia verdad y realidad que no son capaces de reparar en su entorno. Eso de los dioses deberás vértelo :)
ResponderEliminarBesos dulces y dulce semana.
Ariagna cortó el hilo...
EliminarY el archipámpano anda por ahí dando tumbos...
Que los dioses le protejan ;)
A lo mejor la pregunta
ResponderEliminarno es
Cómo no se da cuenta de su ridículo
sino
Cómo pudo gustarme
ese ridículo a mi.
Abrazuchos.
Cuando estás dentro del bosque las sombras de los árboles te impiden ver qué es lo que proyecta esas sombras...
Eliminartienes que salir afuera para verlo todo en perspectiva...
Abracito.
Lo último que debe hacer un farsante es creerse su propia farsa. Me parece que le pasa eso al personaje de tu historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
El que siempre está especulando y contando mentiras, él es el primero a veces que cae en su propio mundo ficticio...esa es la trampa del mentiroso; que se cree sus propias "verdades".
EliminarBesos.
Interesante lo que cuentas en la entrada, Marian.
ResponderEliminarHacía tiempo no te visitaba.
Un beso.
Hola María, es grato verte por aquí, y me encanta tu comentario tan conciso...libre de toda hostilidad y malos entendidos...
EliminarMuchas gracias por leerme y tener la generosidad de venir a decírmelo.
Un beso bien grande, preciosa.
Es lo que tiene que los dioses tengan esas ideas de estar en posesión de la verdad y lo único que hagan al final es hacer el ridículo y mostrarnos que realmente son solo unos humanos egocéntricos vestidos para la ocasión...
ResponderEliminarComo siempre un placer leerte que me hace aprender más. Un beso
Creernos que estamos en posesión de la verdad siempre es un error. Y ni siquiera se puede estar seguro de si alguien que se cree un fenómeno de la naturaleza tengamos que juzgarlo, ya que todo son puntos de vista y nadie puede estar seguro de nada. Otra cosa es que te divierta convivir con cierta clase de tipos. Lo bueno es que somos libres para elegir, para estar junto a las personas más afines a nosotros.
EliminarY muchas gracias, Emma, por tus palabras y por dejar tu comentario.
Un beso.
Fachada y nada más... me recuerda a una amiga que conoció a un hombre guapísimo pero se empezó a oler que no era una lumbrera cuando le preguntó por su planeta preferido y respondió: "La Luna".
ResponderEliminarSaludos, Marián!
Borgo.
Jaja, eso me recuerda a varios tipos de los que yo he conocido, al principio de este blog hablé de alguno de ellos. Échale un vistazo si tienes tiempo. Yo me reí mucho haciendo esa entrada:
Eliminarhttp://nadatedigotodotelocuento.blogspot.com.es/2011/08/exhibicionismo.html
Besos, Miquel.
Hola de nuevo, Marián
ResponderEliminarYa tenía ganas de volver por aquí, y lo retomo más o menos por donde lo dejé.
El vivir ajeno a lo que nos rodea es lo que tiene, aunque el equilibrio es complicado para tampoco dejarse llevar. Me ha hecho gracia la imagen del Augusto, hasta me he reído solo.
Besos. Volveré
Y es que es para reírse, Isidoro, pues estar tan imbuido en uno mismo no es nada bueno; uno se vuelve un poco majara, jaja.
EliminarYa he visto que están muy atareado, algunos dirán que qué suerte tienes. Pero ahora llega tiempo de descanso y espero que te pongas al día en lo que más te gusta: escribir, incluyendo comentarios, claro.
Un besazo y cuídate mucho.