El arte de vivir...

Aprender a vivir es lo que perseguían las corrientes filosóficas helenísticas y romanas, pues para ellos la filosofía no era una mera enseñanza de teorías abstractas, sino un arte de vivir. Una conversación de un estado inauténtico, en el que la vida transcurre en la oscuridad de la inconsciencia, a un estado vital nuevo y verdadero, en el cual el hombre alcanza la consciencia de sí mismo, la contemplación del mundo, y la paz y la libertad interiores.

Entre estas corrientes filosóficas, se puede destacar a los estoicos, para quienes el propósito de la filosofía es instruir a los hombres en conseguir el bien que se puede conseguir, y evitar el mal que se puede evitar. Lo demás, al estar fuera del albedrío humano, tendría que resultarnos indiferente. Toca aceptarlo tal como es, efecto de una causa que nos supera.

Para llegar a este estado proponían el estudio de las cosas (zetesis), el examen en profundidad (skepsis), la lectura y escucha (akroasis), la atención (prosoch), el dominio de uno mismo (enkratesia) y el cumplimiento de los deberes. De este proceso, la atención (prosoche) era la actitud fundamental, pues solo con ella se puede discernir correctamente aquello que depende de uno y lo que no.