"Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco"
Eurípides
De niño siempre estaba tratando de agradar. Como si necesitara un sustituto para el padre que murió tan trágicamente joven. Era un niño más bien pálido y miope, aunque con bastante encanto. Estudió intensamente y sus profesores le adoraban. Se enamoró de los griegos. Fue absorbido por ese mundo antiguo de poetas, guerreros y filósofos. Se convirtió en profesor con plena dedicación a la edad de veinticuatro años, cuando aún no había concluido su tesis doctoral. Era éste el tipo de acontecimiento que, se decía, en Alemania no ocurre "absolutamente nunca". Pero esta lealtad alcanzó cotas más altas que las precisas para el éxito profesional. Escribió sobre los antiguos tal y como él los conocía, no en la manera en que Alemania quería concebirlos. No permitía que sus profesores se engañaran. La lucha le convirtió en un hombre. Pugna contra los confines de la posición profesional. Reconocimiento de que su experiencia especial no podría ser comunicada desde el mundo académico. Lucha contra su propio cuerpo. Arruinó su salud mientras participaba en la guerra franco-prusiana. Nunca la recuperó, pero llegó a aprender a vivir con ello, sin rencor.
En su periodo de madurez, describía su filosofía como una gaya ciencia. Prodigaba el sarcasmo y la actitud iconoclasta. Desechaba confiadamente, quizás arrogantemente, tradiciones enteras por erróneas. Con todo, siempre retuvo algo de aquel escolar serio. Mantenía el tono dulce, las buenas maneras; más concienzudo que nunca, aunque, oh, tan solo anhelaba más amor del que el mundo le daba; intentando hacer lo que se suponía que debía hacer.Y en el fondo, todavía esperanzado, quizás (¿me atrevo a decirlo?), todavía inocente...aunque nunca quiso aparentar ser un Angel...
El Nietzsche que sobrevive a su propio ocaso, es el que sabía que la verdad estaba al alcance de aquellos que "se atrevieron"; el Nietzsche que se corrió la gran juerga en las frías alturas de la dialéctica, quien dedicó sus tempranos aforismos a Voltaire, quien celebró el realismo intransigente de los antiguos. En breves palabras, es el pensador de la "Ilustración" que es como nuestra última imagen de Nietzsche: Su primera imagen del joven Fritz.
Cierto día, creo en el 1 de la salvación,
dijo la sibila, ebria, y no de vino:
'Ay, qué mal van todas las cosas!
¡Ruina, ruina! ¡Jamás cayó tan bajo el mundo!
Roma descendió a ser puta y burdel.
¡El Cesar de Roma se degradó en bestia
y hasta Dios se hizo judio!
Nietzsche