Comienza a atardecer...
Amanece.
Pronto estallará la claridad del día con el gran clamor de gorriones.
A través de la ventana un rayo de luz se ha filtrado entre las láminas de la persiana iluminando los relucientes zapatos. Siguen en el mismo sitio donde los dejó la noche anterior. Los ha mirado de soslayo, sin apenas prestarles atención. Son zapatos limpios, brillantes, aunque gastados por tanto caminar en sus meditaciones. Nadie en esas circunstancias, podría ponerse dentro de sus zapatos...le invade la desolación. Lo ha pensado...Pero se dará un tiempo para la meditación, porque hay un tiempo para todo: "Tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para abrazar y tiempo para abstenerse de abrazos"...Y cuando se abstrae y se deja vencer por los recuerdos se siente morir; un caos de pensamientos lo devoran y entonces comprende que no puede seguir por mucho tiempo viviendo en ese infierno...
Todo comenzó aquel día...que paseó su mirada por azar, casi sin querer, y a través de la celosía la divisó. Iba avanzando por el pasillo central hacia el Altar Mayor. Era una mujer morena de esbelta figura, piernas bien torneadas, preciosos zapatos adornaban sus pies, alto tacón color burdeos. Quizás confeccionados por algún artesano en Italia o tal vez en París. Era su debilidad desde niño: los zapatos de mujer. Una fijación que creyó abortada en sus tiempos de seminarista. La mujer se volvió y ambos quedaron atrapados en una intensa mirada. Esa tarde fue la primera tarde que la vio.
La segunda tarde la tuvo tan cerca que respiró su aroma. Que hasta pudo imaginarla como Dios la había creado; como la Eva de los libros sagrados. Con su imaginación desató su larga melena que quedó flotando al viento. Sus largos y hermosos cabellos ondulando aromas...cera líquida quemando pétalos de rosa...bellísima epifanía de la Naturaleza...
La tarde tercera la realidad se impuso, y si ella resultó irresistible no fue sólo por su belleza sino por las circunstancias que la rodeaban, le comprometió de tal modo que tuvo su alma en la palma de su mano.
Esa tarde fue como una revelación. La vivieron en Roma...y camuflados como un par de turistas se vieron paseando por el Vaticano. Cada vez que lo rememoraba casi perdía el conocimiento. En esa transubstanciación de si mismo, en ese vértigo de sentirse realizado como hombre, en esa aventura vital.
La siguió por largos pasadizos casi en la oscuridad, jugaron a la gallinita ciega entre los muros llenos de armarios empotrados cargados de incunables, momentos esotéricos llenos de misterio, de documentos y palimpsestos, de citas bíblicas, de códigos ocultos...y jugaron a juegos prohibidos por aposentos traseros ocultos al vulgo...Tramas, revelaciones, crímenes, futuros apocalipsis...En un instante quedaron iluminados por un sol multicolor de vidrieras...las sombras de cuernos llameantes los acechaban en cada recodo...un beso...un primer beso interminable...Él se dejó llevar. Cerró los ojos y naufragó en los labios de ella...sus cuerpos quedaron fundidos en uno...ardían...cayó en un abismo inconmensurable en círculos concéntricos en su descenso a los infiernos...Hasta que al fin pudo calmar su corazón. Asidos de la mano se adentraron por un túnel oscuro alcanzando un laberinto hasta llegar a un pórtico trasero y se perdieron en la noche...
Tenía bastantes motivos para pensar que con sólo un ademán de sus manos, un chasquido de sus dedos, ella le hubiera retenido. Pero lo dejó partir. Dicen que después de una guerra o una catástrofe las parejas están en ese punto en que pueden unirse para vivir felices para siempre. Así acaban la mayor parte de los argumentos. Se ve a la pareja que se va por un sendero y "The End"...Pero no para él, que siempre había esperado una vida más alta junto al Altísimo.
Tres tardes y todas en un mismo mes, pero eran tardes que nunca olvidaría. Tal vez la Providencia les tendría reservada una inesperada prolongación...
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Han pasado las horas, en su alma se funden lo sublime con lo puramente carnal...agitado entre penumbras no puede dormir...y en su duermevela una mujer avanza hacia él adornada como una Geisha. Le ofrece un vino rojo tiziano dentro de un zapato de fino y altísimo tacón, y con sus sinuosos movimientos de caderas se acerca tanto que tiene su cuerpo a su merced, que hasta puede acariciar y besar los deditos de sus pies...¡Santo Dios¡ ¡¡Apiádate de mi¡¡...En un estremecimiento atroz cae de hinojos y sus ojos se llenan de lágrimas ardientes..."¡Dios mio, acógeme en tu seno¡"..."Elí, Elí, lema sebaqtani"..."Dios mio, Dios mio ¿por qué me has abandonado?"...
Espléndido!!!!
ResponderEliminarTodo el texto es una revelación. Un abrazo.
ResponderEliminarExcelente relato, Marián. Esplendida lección de la tiranía de los dogmas frente al amor carnal, normal y humano. Creo que es irracional quemarse sin amar por un condicionante humano, que no divino. Además, esa mirada, esa inquietud, esa búsqueda, denotan un desamparo que sólo es posible remediar desde el amor y la pasión.
ResponderEliminarNo creo que el sentimiento de culpa dejase amar a este seminarista, como relatas al principio. Y este es el problema: que prefieren quemarse antes de casarse. Prefiere padecer y, lo peor, hacer padecer a quien no tiene posibilidad de luchar contra unos cánones impuestos irracionalmente. Es injusto que el pretendido estado de lucidez que proporciona la fe, en este caso de otros humanos, rompa el espíritu de una mujer que ha sido quien le ha hecho sentir de verdad, quien le ha proporcionado lucidez, quien le puede proporcionar una vida como cualquier otro humano…
Ese fetichismo por los zapatos, que muchos hombres tenemos, debería indicarle que cuánto es su pasión por beber ese vino rojo fuerte, tiziano, ofrecido por una bella oriental tan esclava de las pasiones como él, no se puede pensar en nada más que en la obsesión de amar y ser amado.
La luz de las vidrieras que los ilumina esa tarde mágica debería iluminar esa mente haciéndola ver otras luces, otras formas de belleza, otra forma de servir a su dios.
Las fotografías son espléndidas, empezando por la de la luz de la cúpula de Miguel Angel y llegando a la primera, rotunda y totalmente idónea para este relato
Repito, Marián, excelente relato.
Un fuerte abrazo, querida Marián.
El blog es sensacional, el texto, las fotos,todo.
ResponderEliminarEnhorabuena
saludos
m.i.
Ya hace mucho que disfruto del placer de tus letras, de tus pensamientos que se hilvanan, de tus imágenes trabajadas, de tus preguntas abiertas, siempre interesantes, pero hoy, has llegado más lejos, me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso
Bueno, aquí la que domina todos los registros eres tú, señorita. Menudo texto has escrito, me he sentido como dentro de una película, un guión perfecto, Marián. Por un momento he recordado una escena de "Vestida para matar" cuando están en la galería de arte y juegan, se persiguen y se esconden. Ha sido precioso, gracias por este momento. Un besazo enorme.
ResponderEliminarSentimiento hostil
ResponderEliminarAtado a un lazo rosa
La madera pulida
Refleja el brillo de la luna
Festín de la carne
Los senos en vaivén lascivo
Pezón naufrago se eriza
Avergonzado, maduro
La asesinada decía algo sobre la forja del espíritu
El asesino en soledad afilaba su plan
La forja del espíritu desmitificaba la materia
Como un herrero de la nada
Cargando de plomo el tambor
Gotas de sudor frio y presión en la sien
Salida de emergencia
Alma perdida
Corazón podrido de amor y odio
Carroñeros al acecho, alimañas campestres babeando ante vislumbres
No se puede escapar
De la tela de araña
Las paredes lubrican recuerdos
Nubes negras lloran lágrimas heladas
Solo al fondo de un cafetín
Al amparo de la lluvia frente a un moscatel
Coso vivencias con jirones de recuerdos
Esquivo a la conciencia por la autopista
De
La
Indiferencia
Remiendos necesarios
Con tal de no morir
De momento
No morir de momento
Me cansan los cretinos que tienen la suerte de llegar al placer con quién desean y se ponen a darle vueltas a la culpa y el remordimiento.
ResponderEliminarNo lo hagas. Pero si lo haces, disfrutalo.
Bien escrito.
Esperemos que esa mujer se de cuenta de que el tipo le amargara la vida y lo cambie por otro.
¿Le mando mi correo?
Siempre me fascinaron las epifanías profanas.
ResponderEliminarPor cierto, me alegra lo de Wagner.
Bisous.
El hastío y la tristeza es despertarse al lado de unos zapatos "gastados por tanto caminar en sus meditaciones". Espléndida metáfora, Marián.
ResponderEliminarEl resto de tu relato para mí ha sido un impresionante despliegue literario de impresiones y sensaciones que pueden avanzar hasta ese Altar Mayor o hacia esos lugares tan caprichosos del lector.
De lo mejor que te he leído, amiga, sin menospreciar absolutamente nada.
Besos y buen domingo.
MumaMoon:
ResponderEliminar¡Gracias¡
Dario:
Muchas gracias por el cumplido, Dario.
Un abrazo.
Antonio Campillo:
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio, y es que siempre lo digo; que algunos comentaristas estáis muy por encima de lo que yo escribo. Y tú lo has explicado tan tan bien que poco tengo que decir yo.
El tema de los curas con el sexto mandamiento es que cada día se queda más trasnochado. Es como eso del Papa, cuando habla del matrimonio de la familia y de los hijos...¡por favor¡ Y claro, captan a estos chicos y los destrozan la vida, les anulan totalmente inculcándoles esos sentimientos de culpabilidad.
Y eso del fetichismo de los zapatos...Me ha hecho gracia cuando dices "que muchos hombres tenemos"
Cuando escribo voy metiendo detallitos, como lo de las vidrieras, ya sabes, jajaja...
Y en cuanto a lo de las imágenes estaba dudando en poner unas u otras y al final creo que he acertado.
Y muchisimas gracias por las cosas tan amables que me dices, Antonio.
Un beso.
Menteinvisible:
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras tan amables.
Bienvenido m.i.
Saluditos.
Pilar:
ResponderEliminarMuchas gracias por decirme lo que me dices. Yo también leo todas tus crónicas diarias...si es que todos nos leemos mucho más de lo que parece.
Me alegra que te haya gustado tanto.
Un beso.
Galia B.:
ResponderEliminarBueno, bueno, aquí la que domina la escritura eres tú, porque si en una entrada estás bien en la siguiente te superas, y ya ves cómo te lo dicen todos.
No he visto esa peli, la he estado buscando...pero bueno, ya la pillaré.
Me alegra mucho que te haya gustado este relato.
Un besazo también para ti.
Adam tate:
ResponderEliminar¡Ay, Dios mio¡...no juzguemos para no ser juzgados...jajaja...
¿Quien no se ha sentido alguna vez culpable después de haber disfrutado?
Tú manda el correo, la inacción no nos lleva a ninguna parte...
Juan Antonio:
ResponderEliminarEs que las epifanías profanas suelen ser mucho más sofisticadas, ya sabes que el diablo no se anda con chiquitas...jajaja.
Ya hablaremos más de Wagner, de Nietzsche y de la mujer de Wagner...
Un beso.
Marisa:
ResponderEliminarComo te puedes imaginar tu punto de vista cuando hablamos de literatura es muy importante para mi. A veces ocurre que te pones a escribir y es como si ya todo lo tuvieras pensado. Y no. Te viene así sobre la marcha y a veces se acierta con lo que querías decir.
Muchas gracias, Marisa, por tus palabras tan cariñosas.
Un beso muy grande.