Hoy tengo ganas...

Sí, hoy tengo ganas de abrir mis piernas y dejar paso libre a todo aquello que se espanta de lo bello... A todos aquellos amantes que se alejan de lo bello para conectar con la pura realidad...

Casi todo lo que hoy llamamos civilización se basa en darle un baño de espiritualidad a todo lo que no nos parece bello...enmascarar todo aquello con la pátina embellecedora de eso que ahora se ha dado en llamar el culto al feísmo...de todo lo que se percibe con algunos síntomas de fealdad, de torpeza y hasta de crueldad. Crueldad, sí, esa bestia feroz que aún no ha sido abatida; lejos de ello, vive próspera, pues ha sido divinizada por todo el mundo absurdamente. Pero no nos engañemos, toda crueldad es lo que origina en nosotros, aunque cueste reconocerlo, una emoción agradable. Las religiones, sin ir más lejos, siempre se han nutrido de esa crueldad, siempre sublimada...llamada "piedad trágica" que nos cala hasta en los estremecimientos supremos de la metafísica más sutil...Por ejemplo, todo eso que refleja el cine en sus mil maneras, o el poeta cuando se desnuda; no debe su dulzura más que al ingrediente de crueldad que se le mezcla...

Es... todo aquello que agradaba a los romanos en el circo, a los cristianos en el éxtasis de la cruz, a nosotros, los españoles en los autos de fe o en las corridas de toros. Lo que agrada en nuestros días a los japoneses que se agolpan en el teatro... esos recuerdos de obreros parisienses que tenían la pasión de las revoluciones sangrientas...lo que todos saborean, lo que aspiran a beber con místico ardor...es el gran Circo del mundo, cuyo nombre es Crueldad.

Nos obligamos inconscientemente a negar esa verdad de la crueldad, y la adornamos con bellas palabras y, a menudo nuestro corazón nos obliga a obrar como artistas en glorificar la crueldad, engañando a nuestro espíritu que tiende siempre hacia la apariencia y lo superficial.

Y...

Tenemos tanto miedo a un exceso de sinceridad que somos los más tentados a no saber huir de los adornos...  con ese oropel verbal, con esos faralaes morales, todo ese boato verbal que nos aleja tanto de la verdad...ese odioso temor al mal gusto, de querer huir de la zafiedad que es al fin y al cabo el verdadero origen del lenguaje primitivo, sin esos cachivaches engañosos, perifollos excesivos, polvo de oro  falsificado con el que se adorna toda vanidad humana.

Sí, hoy tenía ganas de escribir esto...