Decía el flamante miembro de la Real Academia Española, Javier Marías, que de las glosas no hay que fiarse. Decía, sin paliativos: " a menudo son erradas, tergiversadoras, interesadas; y el glosador destaca sólo lo que afianza sus propias tesis u opiniones".
Y es que en todas las épocas, siempre el "nuevo" filósofo arremete contra los anteriores, tachando, en la mayoría de los casos, las doctrinas como decadentes. Tratando así de distanciarse de lo que ahora está tan de moda denominar "vieja casta".
Cuando somos demasiado jóvenes nos enamoramos de todas las novedades...porque nosotros somos el futuro; lo nuevo, lo que mola. Son cosas de intelectuales, decimos, (Recuerdo haber leído cosas del joven Nietzsche arremetiendo contra todo lo viejo), piensan ellos que han venido a este mundo a poner las cosas en su sitio. ¡Vanidad de vanidades!
Cuando hablamos de alguien al que consideramos un intelectual se supone que es una persona que se dedica a estudiar y reflexionar sobre realidades de nuestro mundo. Algunos son profesores en universidades y a no pocos de ellos les tienta la política... piensan que el mundo los necesita.
Pero el reloj del Tiempo les demostrará que su intelectualidad puede ser una simple banalidad. Porque todo se repite una y otra vez y lo que ya pasó aparece de nuevo...después de las doce en el reloj otra vez vuelve la una...impertinentes los números del tiempo....
¡Oh, los intelectuales!
Hace pocos días oí una definición que me pareció bastante inteligente. La hizo Juan Carlos Monedero. Le preguntaba el "moderno" Risto Mejide que en qué se diferencia un pedante de un intelectual. La respuesta no se hizo esperar: "La diferencia es la misma que hay entre un eructo y un suspiro" ¡Fantástico!
Pero claro...uno suelta una frase hecha y la echa como si tal cosa. Todo está por ahí, en el éter atrapando cuerpos y bocas como diría Juan José Millás. Y si se trata de letras...todos bebemos de aguas subterráneas. Me contaba un amigo una anécdota sobre Platón (alguien se la habría contado antes a él) que bajo la almohada de su lecho de muerte no se encontró ni "biblia", ni escrito egipcio, pitagórico o platónico, sino un ejemplar de Aristófanes. Y me preguntaba mi amigo ¿Cómo hubiera podido soportar la vida Platón- aquella vida griega a la cual decía no-sin Aristófanes?
Lástima que distinguir entre un suspiro y un eructo puede ser fácil; lo otro ya me parece un poco más compliado.
ResponderEliminarYo debajo de mi almohada no tengo nada, más que nada porque me la pongo encima de la cabeza atentando contra toda norma lógica para evitar los dolores de cuello y espalda pero uno es así de rarito, a cambio y sintiendo envidia de Platón, yo lo que tengo es una versión de bolsillo de "La Iliada" que releo al azar cuando mi cabezota no funciona como debe y que es más veces de las que debería.
Besotes on the rocks.
¡Qué calor, chico! esa almohada encima de la cabeza. Yo no lo soportaría. Bueno, no soporto nada, con este calor me gustaría ser etérea...
EliminarA los clásicos mejor leerlos así salteando páginas.
Un frío beso..jajaja.
Es el gran problema de los intelectuales, que se lo creen.
ResponderEliminarSaludos
Los que más presumen de intelectuales son los que menos tienen de tal cosa. Y a los otros, también hay que echarlos de comer aparte.
EliminarSaludos
Muy interesante la definición entre un pedante y un intelectual, del Sr. Monedero.. Lo que seria interesante es saber el que se considera, porque aveces los eructos van precedidos de un hondo suspiro, o al contrario después de eructar, se suspira desahogadamente...
ResponderEliminarA mi las comparaciones entre los jóvenes y los viejos, me recuerdan las de las mujeres y los hombres, o las de los negros y los blancos, uno es sabio o imbécil independiente de su condición.. No te parece...
Un abrazo Marián...
A mi uno de los temas que más me aburren es los que sacan a colación el tema de los años de cada uno. La fecha de nacimiento es un dato. Y si quieres la dices y si no, pues no.
EliminarUn abrazo.
Conozco a esta modelo: es Keira Estafreda, siberiana de un pueblito del mar de Kara, cerca de la desembocadura del Yenisey. En la foto calza zapatos altos con plataforma de colmillo de mamut y tacón de costilla de narval. Los ciñe a los tobillos con cintas amestadas con resina de abies sibirica y nervadura de hoja de abedul. Del muslo izquierdo, aherrojado con aros de titanio, parten dos varillas del mismo metal que terminan en un astrolabio o esfera armilar con llanta de caucho, que le sirve de apoyo y -a la manera de las pequeñas ruedas posteriores de las bicicletas del siglo XIX- para desplazarse.
ResponderEliminarKeira -que camina desnuda por las calles de su pueblo se ha de parar de trecho en trecho, plegada hacia adelante por la cintura, y así da tregua a la tensión de su castigada musculatura dorsal. Y en esa postura -acuclillada, con las nalgas en pompa- es víctima frecuente de resfriados y la cistitis está siempre al acecho. Pero es un placer impagable verla así, tan bella e incitante, abierta a la contemplación de tantos que nunca soñaron con una ofrenda semejante.
Buena chica esta Keira...
Interesantísima tu aportación, Fred, que si te soy sincera no tenía conocimiento de todo eso que me cuentas sobre la modelo ¿por qué lo hace? ¿es una asalariada? ¿se le ocurrió a ella solita esa extravagancia? y luego está el sacrificio de exponer su cuerpo a posibles contratiempos de su desarrollo normal ¿qué hay detrás de todo eso?
EliminarCuando veo imágenes como la que ilustra este post, también yo pienso en todo eso...en quien es esta chica, a qué se dedica y a quien se le ha ocurrido semejante artefacto ¿es una obra de arte? Y...¿es ella una mujer o un objeto del capricho de un hombre? ¿qué piensa la chica?
¿o no piensa? ¿Sólo es una foto artística?
Todo son preguntas.
P.D. Eres increíble, Fred.
Jajajajaja..., sí que lo soy. Y tú que lo leas, tronqui.
EliminarUn beso.