Estamos ya en el mes de Agosto. Temporada alta de vacaciones. Tengo unos días de asueto...¡Estoy libre¡ Es el primer año de estos últimos, que recuerde, que no tengo compromisos ineludibles. Será la consecuencia de que a día de hoy estoy desparejada...
Mis amigas se dispersan. Unas se van lejos; a la Florida. Otras se quedan cerquita; entre familiares. Van y vienen frecuentando playas salvajes de la cornisa Cantábrica. A la vuelta me contarán la intemerata, pues algunas tienen problemas gordos con las suegras...
Casi todo el mundo está despotricando. Que si somos como borregos, que si actuamos como autómatas...que si hacemos lo que toca...ahora playita, en invierno turrón, y así...Pero somos muy libres, claro que sí. Lo sabemos y no lo decimos ( "Los 27 puntos psicodélicos del cerebro" del Hombre de Alabama)
Y yo aquí me quedo, desconectaré..."a veces lo pienso", de todo. Aunque eso sí; no pienso perderme los atardeceres a la orilla del mar...me bañaré a la luz de la Luna. Espero que en la hoguera de vuestra ardiente imaginación me veáis frente a la extensión del océano...y en su luz cegadora contempléis mi cuerpo sobre la húmeda arena...que os incite y os cite en ese lugar donde "Nada te digo todo te lo cuento"...
Es extraño, hace unos días lo pensaba, apenas un tramo (se me eriza la piel) y ya estoy en la cúspide de la montaña. Tan bella y tan efímera es la juventud...¿es sólo un instante, un tictac en reloj del Tiempo?...y después ¿qué toca? ¿descender por el otro lado?...
Ahora estoy en modo Stand by. Debo reconocer que ya he tenido las suficientes parejas para darme cuenta que ese estado no es el más idóneo para ser feliz. Pero sobre todo el último intento creo que me dejó bastante tocada. Hundida diría...Francamente, queridos...
¡he perdido la fe¡
Sí, no creo que vivir en pareja sea el estado idóneo del ser humano para llegar a la felicidad.
Los que frecuentan este blog ya lo saben, que siempre termino mal, o desastrosamente mal con mis parejas. A veces recuerdo escenas de acontecimientos pasados. Secuencias que en su momento me parecieron fuertes y dramáticas, y que ahora, al evocarlas, han perdido parte de su emoción, como una película vista por segunda vez pierde parte del suspense. Sin embargo, sigo pensando que las cosas que me ocurren a mi no le ocurren a cualquiera. No es una presunción. Lo puedo asegurar, y si no, vean ¡vean y lean¡ Les invito al espectáculo. Juzguen ustedes mismos.
¡Tachán¡ ¡Tachán¡
Redoble de tambor. Se abre el telón. Oscuridad. Un cañón de luz intensifica su luminosidad, y cae sobre esa mujer a punto de empezar su monólogo:
De los hombres que he conocido él era uno de los más cultos. Era un prodigio de erudición. Había leído a Schopenhauer, a Hegel, a Heidegger, a Nietzsche, a Kant, a Derrida, a Chatwin, a Virginia Woolf, etc, etc. Creo que no había autor en las principales antologías de la Literatura y el Pensamiento que se le escapara. Tenía citas y memoria para todo. Por eso al principio me sorprendió tanto que, paralelamente, algo tan trivial como la moda le interesara tanto. Su armario, al igual que su biblioteca, era una amalgama de estilos y tendencias. Desde antifaces venecianos a smokigs de Armani, pasando por los vaqueros Levis y trajes de chaqueta para todas las ocasiones. Estaba ampliamente surtido y cada día se vestía de manera diferente. Era fascinante observarlo. Había días que dedicaba exclusivamente a un autor, y entonces procuraba ajustar su vestuario de acuerdo con el escritor elegido, si tocaba Bukowski abría el armario y de una caja del fondo sacaba una vieja y deshilachada americana. Pero si era Paul Auster, intentaba encontrar algo más urbano y neoyorquino. Y así con todos los demás.
Al principio yo no le daba mucha importancia, le dejaba hacer porque me divertía...Hasta que llegó el día en que empezó a meterse con mi vestuario. Y no es que me lo insinuara, es que me lo dijo con todo el descaro: ¡También tú deberías entrar en el juego¡...
--Tú estás loco.
--Creí que te gustaba que nos arreglásemos.
No pasó mucho tiempo hasta el día en que llegaron las equivocaciones, se equivocó con Víctor Hugo, con Rimbaud, con Muñoz Molina y con Marsé. Empecé a sospechar que en su vida la moda era lo verdaderamente trascendente y que la cultura estaba bien siempre que fuera a juego.
El asunto ya empezaba a cansarme, su falta de sentido estético, su exhibicionismo...sus veinte veces posando para el espejo del vestíbulo antes de salir a la calle. Y yo observándole balanceando la cabeza llena de asombro. Una vez más otra relación que se iba a hacer puñetas...
El oro dejó de brillar definitivamente el día que descubrí que creía que Sabato era un escritor ruso y que Dostoievski había escrito "El túnel".
Pero cuando ya la cosa empezó a chirriar de una manera escandalosa, fue un día que se plantó delante de mi, en la penumbra del pasillo como un espectro ¡Un susto espectacular¡ todo vestido de negro hasta los pies y con el pelo recogido en la nuca en una especie de moño.
--¿Qué es lo que te has puesto?
--Voy vestido de Bernarda Alba.
--Te has tenido que equivocar.
--Es un homenaje a García Lorca.
--Me estás avergonzando delante de mis amigas.
--¡Ah¡ ¿Sólo te interesa lo que piensen tus amiguitas?
--No me fastidies, lo que te digo es que te abstengas de citar a Borges con esas pintas.
--No tienes sentido del humor.
--Y tú has perdido el norte. Estás completamente majara.
Esta fue la última conversación...aunque no las últimas palabras; pues lo que siguió fue ¡¡muy fuerte¡¡...No lo voy a contar. No quiero herir susceptibilidades, para que luego no se diga.
(.........)
¡Jopelines¡....
.
Aquí una reverencia al público...y...
Hasta la próxima...