Solemos quedar para tomar el primer café de la mañana en un emblemático sitio de la ciudad. Es ideal para charlar con algo de intimidad. Posee varios ambientes y estilos arquitectónicos, algunos de inspiración mudéjar que es un recreo para la vista.
Él es el primero en irse. Yo me quedo un ratito más. Y ya más relajada, sin tener puesta mi atención en mis extremidades inferiores, pues para mi tener un hombre atractivo cerca me desconcierta un poco, y mi cardiólogo lo es; atractivo y mucho, y no es que me preocupen demasiado mis taquicardias, pues los dos sabemos de qué se trata.
Y me quedo sola conmigo misma, que es como decir ensimismada. Me gusta quedarme así, pensando, y bajar a las aguas de mi río. Sentirme relajada pero alerta. Sentir a la niña que llevo dentro; a esa loca que con un gesto oculto y personal me toca con sus deditos la frente y me hace sentirme tranquila. Es un instante placentero. Sólo un instante. Y en infinidad de momentos en un día trato de salir de mi misma y contemplarme con objetividad. Es mi ejercicio habitual: ensimismarme y salir de ese estado. Es algo que hago sin mucho esfuerzo, casi por inercia, es como un vicio adquirido desde hace mucho tiempo y difícil de erradicar. Y lo que decido en momentos así es dejarlo todo en Stand by y atender al ruego de la niña que me tiende la mano con gesto malicioso y quiere engañarme, pues quiere que juguemos a que yo soy escritora, así que saco a pasear mis ojos y mi mente para ver lo que se cuece a mi alrededor, por si puedo extraer de mi contemplación alguna idea interesante.
Cuando por fin, algunos días, consigo desarrollar alguna idea, intento plasmarla en cualquier cosa que tenga a mi alcance; una servilleta de papel, un sobre de azúcar ...anoto lo más esencial, con mano temblorosa no lo niego, y me digo: más tarde lo desarrollo y cuando lo tenga lo puliré. Pero para cuando llega ese momento del "pulido" casi todo se ha convertido en humo. Apenas si queda, cuando queda, una especie de esqueleto que cuando trato de recomponer se convierte en un montón de ceniza. Ese es el proceso de mi "creación".
Y muchas horas más tarde, ordeno cerrar los ojos a la verdad y me retiro a mis aposentos, momentos necesarios para el reposo del cuerpo, y en un estado parecido a un duerme vela, veo imágenes que me quieren transmitir algo. Escenas a veces escabrosas y sin sentido. Supongo que ése es el resultado del proceso de dejar la mente en blanco y que acuden a ella como impactos subliminales con los que no había contado pero que están ahí: en el lado oscuro.
Así funciona mi cabeza, siempre tratando de "inventar" vidas de papel para ser contadas. Para convertirlas en historias, cuentos, relatos. Y siempre son historias de corto recorrido y tan cotidianas que resultan simplonas y vacías de interés.
Ahora me estoy planteando explorar a fondo el lado oscuro de ese proceso neuronal que me muestra con toda crudeza escenas caóticas, crueles y que me provocan espanto, pero que creo que cuando crezca un poco más y madure, quizás sea capaz de manifestarlas.
Todo este verano lo he pasado dándole vueltas a la noria de mi imaginación. Algunas veces me digo: ¡lo tengo¡. Y cuando voy a morderlo, a hincarle el diente, una vez más se diluye. Es como el Eterno Retorno. Es como ese clásico juego de la Oca, caigo en alguna desventura y vuelvo a la primera casilla. Es como un sueño recurrente, o tal vez algunos lo llamarían pesadilla. Tomaré nota de ello para debatirlo con Allen ...procuraré que tenga bien cargadas las pilas y a mi me las cargará él con sus argumentos, que estos últimos días le he notado bastante cañero.
Mi cardiólogo nada sabe de este secreto; de éstos juegos con la niña ni de esas divagaciones con Allen, ni de la cajita de cristal que tengo enterrada como un tesoro. Quizás él también tenga sus tesoros ocultos. Yo tengo este: el de escribir, y gracias a Internet lo hago sin pudor y sin miedo a la censura. La niña me ha recordado que no se es una verdadera escritora hasta que alguien compre lo que escribes. Qué resabiada se pone la niña, a querido emular a Holly diciendo esa misma frase a su amigo Paul, el escritor que quiere ser reconocido como tal en "Desayuno en Tiffany´s". Pero ni yo soy Holly ni esto es Hollywood. Y me gusta ésto, porque le puedo dar todo el misterio que yo quiera ...A veces pienso en lo que ahora escribo y en lo que podría llegar a escribir. Mi corazón late, primero al paso, después al trote y más tarde al galope. El estetoscopio registra el ritmo de los latidos y mi cardiólogo toma nota. Parece satisfecho con mis alteraciones. Yo le sonrío mirándole a los ojos, pero nunca le diré con quién le pongo los cuernos.