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Es preciso llevar algún caos dentro de sí para poder engendrar estrellas danzarinas. Nietzsche.

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No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Hermann Hesse.

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¡¡Déjame con la boca abierta!!

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Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. Julio Cortázar

lunes, 23 de febrero de 2015

Nunca y en ninguna parte…


Contener las cosas dentro de sus propios muros, no hacer ruido, y si tu juicio no te basta no perderse en ruidos ajenos. Reconocer lo bueno sin necesidad de contarlo. Escribirlo para uno mismo, ser tu único público. Hay únicamente dos tipos de narraciones: la que uno hace para sí mismo y la que uno hace para un interlocutor privilegiado. El resto es un juego de energías perdidas. ¿ Existe el grupo, la comunidad narrativa como tal? Como subproducto quizá. Como entidad es casi siempre un interrogante, una proyección, una frustración, una hipótesis, una fantasía…

La mayor parte del tiempo sin embargo vivimos dentro de ese magma confuso, dentro de una burbuja de referencias conocidas que , en el fondo, no refieren nada sustancial. Salir o entrar pero jamás esperar demasiado en el umbral de la vida.


domingo, 15 de febrero de 2015

Sherezade contándole cuentos a un macho alfa


Cada noche ella se sentaba a sus pies. La luna se miraba en los espejos de la seda plateada y brillante de los perfumados cojines, el piececito  buscaba cubrirse de dorado terciopelo. Y él, para no ser tentado, pedía que ella compareciese con el rostro tapado por un velo ante su presencia, dándole así un carácter formal y aparecial. Velo que a través de sus formas difuminadas, tapaba cualquier resplandor que le llevara a la senda del inesperado caos. Tras la cortina de seda, él “veía” sus labios en movimiento, el vaho de la seda que iba y venía dibujando sus facciones. Y para no caer en ese abismo… que inunda la superficie de las cosas… y no entrar demasiado pronto en el laberinto que conduce a la morada de Satanás… se acomodaba en el trono buscando la postura más regia.

Y ella le iba narrando historias de muertes crueles y desatinos, que a veces las adornaba con imágenes placenteras. Él la escuchaba con inusitada atención, aunque también se esforzaba en buscar distracciones de cosas banales. Y en cada inocente oración de ella, él veía castraciones,  canibalismo… despedazamiento y muerte. Pero ella seguía con su voz cantarina y dulce cual pájaro del paraíso, adentrándose en un mundo onírico y bello. Él entonces la interpelaba con espléndida promiscuidad, buscando en ella el escalofrío, el temblor, el terror, el asco y el escándalo ante la crudeza de sus palabras.

Ella entonces, tras un parpadeo, caía  en balbuceos estertóreos de espeluznantes visiones de pesadilla insoportable. Entonces él se levantaba, la alzaba del suelo y sujetándola con su cuerpo la abrazaba con estremecimiento incontenible… la proximidad de su cuerpo le perturbaba en lo más hondo entrando en un laberinto de contradicciones; de querer y no querer, llevándola  por fin en brazos hasta el Aposento Interior del Rey… donde contemplaba entonces su belleza desmayada, marmórea y frígida que más parecía una estatua que una mujer viva, como un cuadro que parece tener vida cuya ambivalencia  le producía en su alma un encontrado sentimiento de una extraña promiscuidad entre lo orgánico y lo inorgánico; entre lo humano y lo inhumano de una sensación final de las dimensiones más hondas del erotismo, entonces desnudándose de todo perjuicio, la poseía abriendo su alma en canal con unas connotaciones de canibalismo insoportable.

Y…

Después de todo…

ella  recuperaba su respiración rítmica y se quedaba dormida con las palabras de él  como bálsamo curativo susurrando en sus oídos: 
--Mañana continuaremos desde este punto, y podremos formular nuestra hipótesis convenientemente enriquecida...




lunes, 9 de febrero de 2015

En el parque contemplando al pequeño hijoputa.


Este es el niño que siempre obstruye el tobogán y se adueña del columpio mientras con un rictus de perro de presa en el rostro sueña con expropiar para sí mismo todas las atracciones que no alcanza a disfrutar. Si le hablas de la distribución equitativa de los bienes públicos, el enano es capaz de alquilar a un sicario para que te de matarile. Los padres, que nunca se enteran de nada, normalmente están en el otro extremo del parque leyendo una novela de Carlos Zafón.
Este es el niño que, como lo es, no tiene culpa de nada. Más tarde los padres se echarán las manos a la cabeza y dirán: ¡Pero por qué nos ha pasado esto, si siempre le hemos cuidado, le hemos alimentado bien y le hemos dado todo lo que nos ha pedido…! ¿Qué hemos hecho mal?