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Es preciso llevar algún caos dentro de sí para poder engendrar estrellas danzarinas. Nietzsche.

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No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Hermann Hesse.

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¡¡Déjame con la boca abierta!!

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Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. Julio Cortázar

lunes, 26 de mayo de 2014

El Miedo



Él quiere ser escritor. Ya ha escrito tres libros. Tiene además tres finales para su tercer libro. Y tiene miedo porque no sabe cual elegir de esos tres finales. Piensa que si acierta y elige el mejor final le llegará el éxito. Pero tiene miedo a equivocarse.

Anoche me dedicó una larga disertación sobre el Miedo. Porque él dice saber  qué es el Miedo. Porque no es la primera vez que se ha visto bloqueado por el Miedo…

Me hizo reír, ¡se puso tan filosófico! Comparó al Miedo con el Diablo.
Bueno, le dije, la buena noticia es que el Diablo no existe.
Ya, ya, cabeceó, y la mala noticia  es que por esa misma razón no podemos librarnos de él.
Ah, le rebatí, pues si el Diablo nos engaña y nos dice que está ahí sin estar… miéntele tú también al Miedo y dile que se ponga como se ponga, a ti te la suda.
Ja, ja,ja, ¡eres tremenda!

Después me acribilló con sus autopreguntas:
¿Fracasaré como escritor?
¿Seré juzgado como bueno o malo si al fin publico?
¿Pereceré humillado en el intento?
¿Me hundiré y ya no querré escribir nada?

¡Por Dios Bendito, se puso tan trágico! 
Bueno, bueno, pues si tanto te asusta el fracaso, quiero que recuerdes aquello que le dijo Cristo al Diablo en el desierto: “¡Apártate de mi Satanás!” O dicho de otra forma: “apártate de mi camino o ponte detrás de mi, que yo no te vea”.
Pues eso es lo malo, porque sí se presentara enteramente frente a nosotros y lo viéramos tal cual, quizás perdería todo su poder. Pero a pesar de todo nos da pánico que se plante frente a nosotros.
Bueno… ¿pues sabe lo que te digo? Que yo al menos ya estoy acostumbrada a los faroles del Diablo. Él se rige por amenazas de que, igual que la Gorgona, su mera visión nos destruirá. Pero no, si lo viéramos completo, es él el que sería destruido. Nunca podemos librarnos del Miedo, pero sí podemos no mirarlo a la cara.
¡Alto, alto, alto! Me estás hablando del Miedo, amiga mía, como si fuera algo que sabes dominar sin paliativos. Creo que estarás de acuerdo conmigo de que todo esto son simples palabras. Porque en realidad tú sabes como yo que hay sentimientos y sensaciones que están por encima de nosotros.
Pues por eso te lo digo… porque a veces nos sentimos tan confusos que nos noqueamos a nosotros mismos. Piénsalo. Publicar no es tan importante… eso lo puede hacer cualquiera. Sobre todo los que no tienen talento. Y si eres famoso te compras un negro y listo.
Ya, pero no se trata de eso. Es la gozada de ver un libro tuyo ¡¡Tuyo!! ¿comprendes lo que te digo?
Que sí, hombre, que te entiendo… y si te haces editor de tu obra… lo de menos son las ganancias económicas… Pero sigo pensando que publicar no es tan importante ¡Tantos genios hay en la historia que jamás saborearon el éxito…!
Sí, pero ya sabes lo que se dice; que un escritor lo es de verdad cuando publican sus libros y le pagan por ello…
Que sí, que sí, y ponte a morirte de hambre con eso que te pagan. Eso de vivir de lo que escribes es una leyenda urbana. Salvo contadas excepciones, como no curres en otras cosas vas listo.

En este punto mi amigo se atusó el pelo y cabizbajo me preguntó:
¿Tienes una aspirina?

lunes, 19 de mayo de 2014

En busca de la felicidad…


La felicidad, según algunos ilustres pensadores, es una actitud no un estado. Y yo creo que voy en esa onda. Porque creo que la felicidad es… limpiar las persianas mientras escuchamos un aria, o pasar una hora agradable ordenando los armarios; poniendo lo de abajo arriba porque ha cambiado de estación el tiempo. Es pensar en que lo pasaremos bien al atardecer hablando con los amigos. La felicidad se encuentra en el momento; en ese minuto a minuto, no en la lejana promesa de algún día cuando…

¡Qué afortunados seríamos si nos enamoráramos de la vida que vivimos! Si fuésemos capaces de verla y atraparla en el momento en que pase como un globo impulsado por el viento. Si fuésemos capaces de ver todos esos momentos mientras caminamos de regreso a casa, quizás con la cabeza llena de problemas… pero con la capacidad de hacer una abstracción, y notar cómo tiñe el sol de fuego las ventanas de la ciudad, o escuchar los gritos de los chiquillos que juegan ya cerca del atardecer. Y sentir cómo se levanta el ánimo sólo por haber prestado atención a esa pequeñas cosas.

La felicidad es como una visita, como esa tía extravagante y jovial que se presenta cuando menos la esperamos y nos trae regalos inesperados… y desaparece dejando en el aire un olor a gardenias. No podemos ordenarle que venga. Lo más que nos es dado hacer es disfrutar de ella cada vez que se le antoja venir. Tampoco está en nuestra mano obligar a la felicidad a presentarse, pero sí podemos aprender a estar conscientes de ella cuando lo hace.



lunes, 12 de mayo de 2014

Gato


Me gustas tú, “mi” gato, animal doméstico, pero no domesticado. Me gustas porque conservas tu independencia íntima y jamás te sometes a nadie. Vives junto a mi, pero no estás a mi servicio. No me  toleras como ama, simplemente tienes una anfitriona de la cual te digna recibir manutención y alojamiento… Tu incorporación a la familia humana es parcial y muy relativa, nada que ver, desde luego,  con el nivel de cohabitación conseguido con un perro, animal totalmente identificado con su dueño. La verdad es que tú, gato, has sabido interponer, respecto de los seres humanos, una distancia insalvable, regulable según tu voluntad.

¿Te imaginas a alguien que quiera ponerte un bozal? Ni siquiera tolerarías una correa al cuello: no es cuestión de comodidad física, sino de dignidad moral. Inexplicablemente unas veces te muestra atento, incluso risueño y dulce; otras veces huraño, desdeñoso y huidizo. Te marchas cuando te da la gana y sin dar explicaciones… Pero lo más notable es que, mientras sigues ahí, aunque estés a tan sólo un metro de distancia… aunque estés en mis brazos, permaneces extrañamente ausente. ¿Qué hay detrás de tu enigmática mirada, gato? ¿Ese es un misterio que nunca me vas a contar...?



lunes, 5 de mayo de 2014

¡Oh, aquellos griegos..!



¿Es cierto que Dios nuestro Señor está en todas partes?-preguntaba una niña pequeña a su madre-, porque a mi eso me parece indecente.

¡Buena lección para los filósofos! Deberían respetar más el pudor con el que la naturaleza se oculta tras enigmas e incertidumbres abigarradas. ¿No será la verdad una mujer cuya razón de ser consiste en no dejar ver sus razones? ¿Sería Baubo su nombre, por decirlo en griego?…¡Oh, aquellos griegos! Sabían lo que es vivir: lo cual exige quedarse valientemente en la superficie, en la epidermis; la adoración de la apariencia, la creencia en las formas, en los sonidos, en las palabras, ¡en todo el Olimpo de la apariencia!


“Aquellos griegos eran superficiales…¡ por profundidad !  ¿Y no volveremos precisamente a eso, nosotros, los espíritus audaces, que hemos escalado la cumbre más elevada y peligrosa del pensamiento contemporáneo, y que, desde arriba, hemos inspeccionado el horizonte, habiendo mirado hacia abajo desde esa altura? ¿No somos en eso… griegos? ¿Adoradores de formas, de sonidos, de palabras, y,  por consiguiente… artistas?”

Nietzsche. (El griego)