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Es preciso llevar algún caos dentro de sí para poder engendrar estrellas danzarinas. Nietzsche.

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No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Hermann Hesse.

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¡¡Déjame con la boca abierta!!

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Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. Julio Cortázar

lunes, 24 de diciembre de 2012

Nochebuena...


Como si fuera un imperativo legal hoy cenaré acompañada de familiares. Algunos miembros que hacía tiempo que no veía. Nada, algo totalmente inesperado. Salvar las formas y seguir el protocolo. En la mesa redonda lucirá el inmaculado mantel, blanco y bordado. Lo de inmaculado es pura literatura, algunas impertinentes manchas amarillas serán camufladas con los platillos del pan. La fila brillante de las copas, el orden de las cucharas, los cuchillos y los tenedores. Impecable todo...

Mañana será otro día, y después de éstos días otro año...y vendrán otros banquetes...que traerán otras nostalgias...otros sueños...

FELICIDADES A TODOS

martes, 18 de diciembre de 2012

...esse est percipi...


Los dramas de Mente y Cuerpo

¿Ofrecen los sentidos un cuadro del mundo externo, o tan sólo datos en bruto que han de ser procesados por la mente para formar un retrato?

George Berkeley (1685-1753). El filósofo irlandés que dudaba de la existencia de lo material...¡que negaba la existencia de un mundo material fuera de la conciencia del hombre! ¿Veía lo que era?¿Qué era lo que veía? La materia se siente, se percibe, "nuestra vivencia del tiempo y el espacio puede ser algo que sólo se encuentra en nuestra conciencia".

George Berkeley, después de intentar fundar un colegio en Las Bermudas, trató de difundir su doctrina en América. Sin poder conseguirlo, tuvo que regresar a Londres y más tarde fue nombrado obispo de Cloyne. Después de ser nombrado obispo, su doctrina empezó a desarrollar una filosofía algo ambigua: entre idealista y pragmática. Con una clara intención apologética de defensa de la religión cristiana. Bajo mi particular punto de vista esta dualidad no queda expuesta, más bien se insinúa entre líneas. Ha pasado a la historia como un filósofo idealista, esto según desde el ángulo que se mire, puede ser más bien una situación vivencial del obispo. Sentido práctico diría yo.

Algunas de sus más famosas tesis (inexistencia del mundo exterior, material etc) suscitaron no pocos momentos irrespetuosos hacia su persona, despertando la hilaridad e inquietud entre sus contemporáneos que se veían abocados a refutarlas mediante groseros argumentos, ad hominem, como el llamado "argumento baculino" consistente en coger  el báculo del obispo, golpearle la cabeza y preguntarle entonces sobre "la inexistencia del mundo exterior material".

Para George Berkeley, todo lo que existe sólo existe en la medida en que es percibido o puede percibirse  por algún "espíritu". De ahí su famosa ecuación entre ser y ser percibido (esse est percipi aut percipere). Y, sin embargo, todo el criticismo desplegado contra la afirmación tácita o velada, en el sentido de los materialistas franceses, de una substancia material existente independientemente de nuestra percepción, queda frenado en el momento de examinar la "substancia espiritual". En este aspecto, Berkeley, está como a mitad del camino entre el empirismo ingenuo de Locke y el empirismo consecuente de Hume. Berkeley considera necesario afirmar la existencia de una "substancia espiritual" que hace posible la aparición de sensaciones.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Una dimensión infinita


La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado, la imaginación circunda el mundo

Albert Einstein

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Humildemente creo que la fantasía fue el primer gran hallazgo intelectual de los seres humanos. Que partiendo de preguntas que ahora nos parecerían infantiles, intentaban buscar las respuestas. Y es un hallazgo tan prodigioso que aún hoy no ha sido superado a pesar de la evolución, de las culturas, del progreso económico o de los avances científicos y tecnológicos de nuestro tiempo. Pensemos, si no, en el modo en que todas las tribus de la Tierra, desde América a Oceanía, desde Europa a África o Asia, respondieron a las preguntas de qué eran el Sol o la Luna; por qué aparecían y desaparecían en el cielo; qué eran la noche, las estrellas, las tormentas, el fuego, la vida, la enfermedad o la muerte.

Es sorprendente que todas las civilizaciones del planeta coincidieran en suplir su falta de conocimientos sobre la verdadera realidad que tanto les intrigaba, convirtiendo todo lo que les era desconocido e inexplicable en fascinantes y asombrosas fantasías, en puras invenciones de la imaginación, en apasionantes historias comprensibles por todos, generación tras generación, por muy ingenuas o absurdas que resulten hoy a nuestros ojos.

En esas primeras maravillosas fantasías el Sol no era una estrella, ni la Luna un satélite. Ambos eran los creadores del mundo, los dioses del universo, las temibles divinidades que regían a su antojo la vida y la muerte de los hombres.

A esta exaltación de la fantasía como primer gran acto de la genialidad humana, habrá quien oponga que no sea para tanto pues, al fin y al cabo, no se trató más que de una lógica reacción del hombre primitivo ante el asombro de lo desconocido.

Y sin embargo, es en esa insólita e ingenua atribución del carácter de divinidad al Sol o a la Luna, al trueno o al fuego, a la tempestad o al viento, donde se oculta la esencia misma del ser humano. Que donde no pudieron comprender crearon a los dioses. Inventaron a los dioses para que sean ellos quienes den sentido a nuestra existencia. ¿Acaso hay fantasía más prodigiosa en toda la historia de la humanidad? ¿Acaso alguien, algún artista, algún pintor, algún inventor, algún escritor, imaginó alguna vez un personaje tan extraordinario como esos dioses primigenios, capaces de crear a su creador? Porque los hombres de la prehistoria no se limitaron a decir que el Sol y la Luna eran dioses. También les atribuyeron el poder de la creación del firmamento, de las estrellas, de la Tierra, del aire, del agua, del bosque y las montañas, y de los hombres y mujeres que las habitaban bajo el dominio de la luz y los terrores de la noche. El ser humano crea a los dioses para que sean ellos quienes le infundan vida a él. ¿Acaso cabe una paradoja más hermosa y más fantástica? Yo creo que no.

Y el propio Einstein llegó a decir: "Cuando me examino a mi mismo y a mis formas de pensar llego a la conclusión de que el regalo de la fantasía ha significado más para mi que mi talento para absorber el conocimiento positivo". Si esto lo dijo un flamante y admirado Premio Nobel de física, imagínense ustedes lo que puedo llegar a pensar yo que soy una simple personita...aunque tan fantasiosa como la que más...




domingo, 9 de diciembre de 2012

Virus malicioso...



Ayer recibí una carta. Una carta de esas que ahora se escriben por la vía e-mail. Y me hizo mucha gracia porque en realidad a mi esas cosas no me afectan. Ya estoy curada de espantos. En dicha carta se me pregunta que qué hago yo para escribir así, como escribo...con esa admirable sencillez para exponer temas tan sumamente complejos. Y la verdad es que no tengo ni idea. Escribo y punto. No hay más. Después sigue la carta hablando de estilos, reglas gramaticales, licenciaturas y así por el estilo. Lo único que se me ocurría era reírme. Y su actitud me recordó aquel cuento infantil del ciempiés. Seguro que lo recuerdan. Pero para demostrar a éste caballero (sí, es un hombre) de que yo soy así de sencilla y que escribo como me sale de dentro; sin saber cómo ni por qué lo hago, simplemente escribo porque sí, les contaré un cuento:

Érase una vez un ciempiés. Cuando bailaba, todos los animales del bosque se reunían para verlo. Y todos quedaban muy impresionados por el exquisito baile. Pero para algunos animales, como por ejemplo el sapo, fue motivo de envidia; el sapo estaba enfermo de envidia. Y tampoco podía decir  que él no bailaba sencillamente porque no quería; decir algo así no tendría ni pies ni cabeza. Así que empezó a idear un plan diabólico. Se sentó y se puso a escribir una carta al ciempiés: Querido e inigualable ciempiés: Soy un devoto admirador de tu maravillosa forma de bailar. Me encantaría aprender tu método. ¿Levantas primero el pie izquierdo nº 78 y luego el pie derecho nº 47? ¿O empiezas el baile levantando el pie izquierdo nº 23 antes de levantar el pie derecho nº 18?. Espero tu contestación con mucha ilusión. Atentamente, el sapo.

El ciempiés estuvo varios días después de recibir la carta, pensando en lo que realmente hacía cuando bailaba...

El ciempiés no volvió a bailar jamás.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Hay quien busca el amor de una mujer para olvidarse de ella, para no pensar más en ella


¿Es ese hombre clavado en la cruz un símbolo de paz? ¿No es más bien un símbolo de la intransigencia y la crueldad humana? Judas Iscariote volverá a vender al Señor, y Pablo a presenciar en Jerusalén el martirio de Esteban. En materia teológica no hay novedad sin riesgo. ¿Y cuántas veces veremos escritos los versículos terminales del noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos? ¿No es una aparatosa frivolidad que el sacrificio de un solo hombre salvara a toda la Humanidad?...¿Y no es la Literatura patrimonio de la Humanidad, no redactada por una persona concreta si no por todas las que han sido y serán?..."No encendéis una pira, encendéis un laberinto de fuego. Si aquí se unieran todas las hogueras que han sido, no cabrían en la tierra y quedarían ciegos los ángeles"...¿Y cuántos libros sagrados han sido desechados por demasiado malvados, o por inútiles? ¿Y no se ha cambiado la letra sobre la perversión de una idea?..."Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores...¿Y no es menos cierto que quedó escrito que "no ser malvado es una soberbia satánica"?...

Y la escritura...Cuando uno escribe gozoso y luego se inquieta por la sospecha de que son palabras ajenas...Y la incertidumbre te atormenta. Sufrir, o variar ese pensamiento que es debilitar la idea. Dejarla desnuda puede salvarte, buscar en la memoria te desasosiega...puede ser un plagio...¿Y por qué Dios nunca se interesa en aclarar las cosas? ¿O es que prefiere insinuar con ello una confusión de la mente divina?...