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Es preciso llevar algún caos dentro de sí para poder engendrar estrellas danzarinas. Nietzsche.

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No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Hermann Hesse.

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¡¡Déjame con la boca abierta!!

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Si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. Julio Cortázar

sábado, 30 de julio de 2011

El día que me dijiste que me querías...


A ratos lo pienso...
Me casaría contigo...
Es como un latigazo que sobrecalienta
mis sentidos...

Me casaría contigo...lo pienso,
y cada vez que lo pienso me parece
un anacronismo.
Me casaría contigo.

Mataría por ti, me susurraste al oído...
De mi subconsciente al amor...
iría por el camino más corto.
Casándome contigo...

Con un tiro certero y fulminante
dejarías de amarme:
mataría al amor,
casándome contigo...

domingo, 24 de julio de 2011

¿...luz que agoniza?...


Fueron días felices, era tan encantador. Un hombre despierto y optimista, alegre, simpático, de esos que siempre tienen una sonrisa dispuesta en los labios. Era tan dulce que a su lado parecía que siempre fuera noche de verano con luna llena. Poseía esa delicadeza clásica que se nos supone a las mujeres, pero él, siendo un hombre, resultaba de lo más atractivo. Y tenía la ventaja añadida de un erotismo impulsivo, duro, salvaje, casi violento. Resultaba irresistible oírle pronunciar palabras apasionadas, distorsionadas, que se mezclaban con gemidos de placer. Era, además, un estupendo conversador.

Tantas eran sus virtudes que me llevó un año percibir la dirección exacta del peligro. Empezó a creerse, no sé por qué razón, que él estaba en la absoluta posesión de la verdad. De pronto empezó a comportarse de una manera extraña. Había algo que se repetía, una manía absurda que empezó a erosionar mi pasión por él. Me parecía increíble que un hombre tan inteligente incurriera en ese error o que me menospreciara tanto. Decidí pasar a la ofensiva y explicarle lo que me inquietaba un día que estábamos tumbados en la terraza.

--¿Porqué no me hablas? ¿qué significa eso que haces con tus dedos? ¿es el símbolo de la victoria?
--Podría serlo, pero no lo es. Significa "dos". A partir de ahora, siempre que me digas las cosas más de una vez, te lo indicaré con este símbolo.
--¿¡Como¡?
--Que no necesito que me digas, expliques o cuentes las cosas más de una vez. Aunque no lo creas, yo lo percibo todo, y cuando necesito repeticiones las solicito.
--Pero yo no soy redundante. No sé qué te pasa ahora ¿a qué viene esa tontería?
--¡Ah¡ ¿Que es lo que ocurre entonces? ¿quizás es que soy idiota?
--No digo que seas idiota.
--Pues es una suerte, porque si yo no soy idiota y tú no eres redundante, entonces nunca más me verás hacer esta señal. Me quitas un peso de encima.

Algo empezaba a ir mal; muy mal. Estábamos viendo la tele y si le avisaba de que en otro canal ponían una buena película en media hora, mis palabras quedaban en el aire, abortadas. Quince minutos más tarde volvía a repetírselo como si no hubiera dicho nada o como si él nunca se hubiera enterado, y entonces él elevaba su mano en silencio y formaba la uve con los dedos. Yo le manifestaba mi asombro, pero no servía de mucho. Al día siguiente, tras llegar del trabajo, le anunciaba que Chema, un compañero suyo, había llamado desde la oficina. Él ni se inmutaba. Durante el almuerzo, volvía a recordárselo y él dejaba de comer, soltaba el tenedor para obsequiarme con el símbolo prometido.

Yo estaba desconcertada. Nunca he sabido qué presunción lleva a ciertas personas a caer en esas contradicciones: pues él repetía ese gesto continuamente y convertía, gracias a la reiteracíon obsesiva, una interesante información en una verdadera molestia. En mis relaciones hablar lo menos posible de cosas intrascendentes siempre ha sido un deseo natural. Por eso aclarar, perder el tiempo sobre conceptos ya explicados, me ha parecido siempre el colmo de lo absurdo. Así que me sentía fuera de lugar. No entendía nada. No sabía que nos estaba pasando.

Poco a poco, gracias a mis escasa repeticiones y sus reiteradas indicaciones, la tensión fue creciendo hasta el día en que todo, definitivamente, se aclaró.

--No me hagas más esa señal. No lo soporto.
--No me repitas más las cosas. Imagina que soy inteligente.
--A veces no lo pareces.
--Se trata de imaginarlo. En eso consiste.
--¿Y si no puedo?
--Si no tienes imaginación, no es mi problema.
--Bueno, dejando la imaginación a un lado, te voy a decir lo que pienso. Y no te molestes en hacer ninguna señal porque no te lo voy a repetir: Eres un completo gilipollas, un tarado, ¡eres un imbécil¡ ¡¡Eres una Puta Mierda¡¡

domingo, 17 de julio de 2011

AMOR mio...


Amor...
El amor...¡oh¡...

El amor no es controlable, no se somete a razón. El amor es narcisista, egocéntrico. Te enamora, te galantea. El amor te hace el amor, Te folla, te destroza, te parte por la mitad, te sobrepasa, te coarta la libertad. El amor te mata.

El amor es un loco, que con manía persecutoria, se convierte en tu sombra. Que te intimida, que te atonta, que te chantajea...

El amor es exorbitante, enorme, mastodóntico, descomunal. El amor es astronómico (Asteroide número 1.221)

Pero como cualquier dios pagano tiene su lado vulnerable...y tiene un poderoso contrincante: el azar.

El azar es un tahúr acostumbrado a los juegos de amor; baraja con maestría las cartas del destino y siempre consigue la carta que, inexorable, vence al amor. Es una carta que lleva una fecha de caducidad. Y el amor siempre, SIEMPRE, termina vencido por esa carta que, implacable, limita el tiempo al amor...

   

jueves, 7 de julio de 2011

Yo sé que sucedió algo. Pero ignoro el qué.


"El horror existía antes de llegar el hombre. El horror existirá después que el hombre se haya extinguido. El horror es la realidad que sustenta nuestra existencia"
(De la película Remando al viento, de Gonzalo Suárez)


La vida, dicen los expertos, que va generando desorden inorgánico ¿no genera orden? Entonces...¿podemos confiar en que nuestro cerebro convierta la glucosa en suprema forma de orden que es el pensamiento?...

Sí...
Empiezo a dejarme llevar por la inercia, ese estado de maravillosa inconsistencia. Diría que persigo un encuentro en plan zen.

Pero el caos, ese estado primigenio de materia desordenada, está en todo aquello que no podemos pensar. Es la nada que está ahí afuera, en un universo de elementos sin forma que no puede ser pensado ni concebido y que es una nada hiperactiva, un fondo, un magma, una sopa; una especie de masa viscosa, lo inorgánico, donde están todos los monstruos que te imagines y, especialmente, todos los que no puedes imaginar.

No sé si hace tanto calor, pero yo lo siento; un calor indescriptible, estoy soporífera. Divago...se me han fundido todos los plomos. Lo estaba pensando mientras escribía "desorden inorgánico", uno de tantos sinónimos del caos. Pero...¿puede surgir el cosmos inesperadamente? ¿algo que tenga sentido y se asemeje al orden?

Mis dedos danzan sobre el teclado, van dibujando coreografías de letras: un, dos, tres, un, dos, tres...Aún así ¿sería esto lo opuesto al caos? Van surgiendo palabras sin orden ni concierto, pero puedo intuir que finalmente saldrá algo con sentido. Y yendo un poquito más allá. Al poner orden en las letras y formar palabras...¿no estoy creando algo de la nada? Y ya poniéndome estupenda (estupendísima diría) ¿se podría decir que soy como Dios?...¿por qué no? ¿no ha creado Él los desastres, y ha inducido a las bestias, a los elementos y a los humanos a seguir haciéndolo: estragos, hecatombes, terremotos, incendios, cataclismos, inundaciones, naufragios, catástrofes?...

Qué bueno sería poder sentar a Dios en el banquillo de los acusados...¡¡Qué bueno¡¡...y adoptando un atractivo papel de inquisidora, con los brazos cruzados en la espalda y dando paseítos circulares, regodeándome con el pensamiento de poder acojonarlo...mirando fijamente a ese triángulo con un solo ojo que es su cara y hacerle un tercer grado en condiciones...¡¡Qué bueno sería¡¡

Todo son incoherencias absurdas, lo sé, y que no es el momento de divagar ni de hacerse pajas mentales. Pero alguna vez me tenía que pasar...que tengo ganas de escribir un tema completamente libre. Y no lo consigo. Y por el otro extremo ni siquiera atisbo ese amago de ponerme en estado zen.

Bueno...cerraré los ojos y me quedaré estática...algo así como ausente.

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Y me quedé dormida...
Y tuve un sueño...
Y fue un sueño   maravilloso...
Y sin querer jugar a ser deicida ¡al contrario¡

Como Penélope quise tejer una guirnalda
con palabras caídas del cielo.
Preciosa guirnalda para su cuello:
el de Él...